Capítulo 1: My soldier

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DragonBall, sus secuelas y sus personajes son obra de Akira Toriyama y la Toei.     

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El sol naranja del amanecer entró por las diminutas ventanas de la cámara de gravedad, iluminando el rostro del príncipe, quien descansaba recostado sobre el suelo. Sus afilados ojos negros se clavaban en el techo de aquel lugar, mirándole con recelo, mientras intentaba cansadamente recuperar el aliento después de una noche entera sin dormir. La gravedad seguía encendida en ciento cincuenta grados por sobre el nivel normal de la tierra, mezclando la luz roja con la brillante del exterior. Dejó ir un suspiro cansado de sus labios entreabiertos, mientras giraba con mucha dificultad su rostro a un lado, observando el lejano paisaje fuera de ahí.

Sentía sus huesos y sus músculos caer pesadamente sobre la superficie blanca del suelo, pensando siquiera en si podría levantarse después de una jornada tan larga y pesada. Volvió su vista al frente y tomando fuerza del orgullo, comenzó a despegarse del suelo. El sudor y la sangre seca y entremezclada se pegaban a su piel manteniendo un hilo con el piso, haciendo más difícil su separación. Trastabilló unos momentos antes de mantener el equilibrio y poder estar de pie. El sudor recorrió su frente obligándole a cerrar un ojo forzosamente, sintiendo como los pulmones se le presionaban con la fuerza, haciéndole suspirar más profundo.

Llevó su mano a su hombro derecho al percatarse de que este estaba zafado, haciendo una mueca de dolor al presionarlo más de lo que debía. Con pasos pesados avanzó hasta el monitor del centro, esquivando torpemente los restos de robots de entrenamientos hechos puré sobre el suelo. Finalmente su mano buena oprimió el botón de apagar, y con un leve siseo la gravedad y las luces rojas e intensas fueron disminuyendo. Dejó ir una especie de quejido y se aproximó a la salida, la cual, a pesar de ya no estar en condiciones extremas, era un objetivo difícil de completar.

La pesada puerta metálica se abrió dejando pasar el aire frío de la mañana, contrastante con el calor intenso que se generaba dentro de la máquina de entrenamiento. Avanzó cojeando en dirección a la entrada de su casa, fue cuando notó que su rodilla también sangraba, y que con él esfuerzo solo había conseguido abrirla otra vez. Levantó la vista y trató de ajustar su vista a la lejanía, sacudiendo la cabeza para intentar aclara la mirada, pues segundo a segundo se nublaba más y parecía moverse de un lado a otro.

Cayó con una rodilla sobre el suelo y dejó ir un jadeo, cerrando los ojos para volver a centralizarse. Era la tercera vez en la semana que pasaba un entrenamiento así de pesado, sin salir durante dos días seguidos, únicamente para recuperarse y volver a entrar. Sintió ascos a falta de alimentos, inclinándose más al pasto listo para cualquier expulsión, pero esta no llegó, no había nada que sacar. Escupió salvia a un lado, una con gran cantidad de sangre, mentalizándose para volverse a levantar.

Estaba harto, sentía una desesperación indescriptible que solo se incrementaba día con día. Ya no soportaba vivir así, tener que entrenar así, esforzarse incluso más allá de lo que podía. Pero era necesario, él era el príncipe de todos los saiyajins, el poseedor de la sangre real y único heredero del título a rey, el más fuerte... o al menos, así debería de ser. Presionó su puño de su única mano buena, incrustando sus dedos ensangrentados y sus guantes desgarrados en el pasto y lodo de su patio, sintiendo toda la decepción y vergüenza cayendo una vez más sobre él, una difícil realidad que cargaba sobre sus hombros.

Kakarotto, ese sujeto que sin anhelarlos o pedirlos, poseía todos esos poderes místicos, unos que él siempre deseo, y los cuales le fueron arrebatados. Se sintió inútil y desesperado nuevamente, parecía que hiciera lo que hiciera jamás lograría alcanzar los poderes de ese soldado de clase baja. Bah, ese título ya no tenía sentido desde hace mucho, Kakarotto había demostrado ser fuerte, pero cometió el error de serlo más que el verdadero gobernante de su raza. Otra vez ese nudo formándose en su garganta, esa sensación de renunciar y aceptar su derrota, la idea de dejar soltar lágrimas tan humillantes como su derrota. Pero tampoco tenía la suficiente fuerza para hacerlo.

My Soldier, my servant... my love. [Goku X Vegeta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora