En cuanto las clases terminaron, Badir, se dirigió a la cancha de basquetbol ubicada al fondo de la universidad para saltar la barda que delimitaba la escuela de un terreno abandonado, y esperar a Matías y sus compañeros. Al percibir el completo silencio supo que había sido la mejor de decisión citarlo en ese lugar, nadie se asomaba allí pues no había más que unas cuantas hiervas y piedras.
Después de unos cuantos minutos de espera, se escuchó el ruido seco de un peso cayendo sobre la hierba y al voltear vio a Matías completamente solo.
— ¿No trajiste a tus sirvientes? —Preguntó con burla.
—No es necesario —respondió Matías con indiferencia—, el asunto es entre tú y yo.
Por una parte, se sentía satisfecho debido a que ese sujeto no necesitaba de nadie más para pelear sus problemas personales al igual que él.
— ¿Qué quieres? —Exigió cruzándose de brazos.
—Encontré víctimas de nuevo ingreso para molestar y no te has aparecido cuando te solicito, ¿vas a dejar de ser una mariquita y acudir cuando te llamo?
Matías sabía muy bien que Badir era gay y también que este tipo de ofensas no le afectaban en nada.
—Sabes que no puedo acudir porque estoy condicionado. Si me atrapan en una pelea me corren de la universidad.
— ¿Entonces por qué estás aquí si no quieres problemas?
—Porque no puedo ignorar una pelea con hijo de puta como tú.
Al ver la sonrisa burlona de Matías ya no aguantó más y aventó su mochila para írsele encima a puñetazo limpio. No estaba de humor para pláticas absurdas, solo quería golpear y ver sangrar, algo que no fue muy fácil porque Matías se movía muy rápido para su gusto, lo cual, lo hizo sentirse muy fuera de práctica. Cuando menos esperó ya estaba inmovilizado con la cara contra la hierba y el cuerpo de ese chico sobre él.
—Te has vuelto demasiado débil —se burló Matías contra su oído— ¿o será que te gusta estar así, boca abajo?
Badir bufó indiferente y se giró para que Matías quedara en la misma posición, lo sostuvo por las manos y pegó sus caderas juntas.
—Te burlas de mí, pero te aseguro que cambiaré tu forma de pensar cuando ponga mi pene en ti —susurró sobre el cuello de Matías antes de lamer su piel provocando que forcejeara—, verás cuanto te gusta y vendrás a rogar que te joda una y otra vez.
Matías forcejeó con más fuerza profiriendo todo tipo de maldiciones, lo dejó libre para darle la oportunidad de levantarse y sonrió con suficiencia cuando vio la ira reflejada en el semblante del abusador. Sabía que en ese momento tendría la pelea que tanto ansiaba cuando recibió un puñetazo doloroso en la cara. Sintiendo la adrenalina correr por sus venas respondió con varios golpes más. Intentó volver a someterlo, sin embargo, ambos eran muy fuertes, grandes y hábiles para protegerse antes de recibir cada golpe.
En cuanto vio el estómago de Matías descubierto, le dio una patada tan fuerte que por fin logró derribarlo, aprovechó para sentársele en el pecho y darle golpe tras golpe en la cara mientras Matías intentaba detenerlo.
— ¡Ya basta! —Se escuchó una voz grave que le heló la sangre y lo hizo parar de inmediato.
Vio con terror al profesor Darío brincar el muro para después acercarse a ellos con paso pesado. Una gruesa mano se afianzó de su camisa y sin esfuerzo aparente fue levantado de la hierba.
—Son patéticos —espetó el profesor viendo con ira a ambos, que para ese momento tenían sangre en la cara—, quiero que se larguen de aquí y no vuelvan a hacer semejante estupidez.
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Enloqueciendo por mi profesor de cálculo
RomanceBadir Fermonset, es un joven de diecinueve años que siempre está envuelto en problemas debido a su falta de capacidad de controlar su temperamento agresivo y poco tolerante. Sin embargo, los padres de Alejandro, le dieron un voto de confianza e inte...