1. Los mil quinientos años de Hogwarts

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Era un día caluroso y veraniego, no tan sofocador como los del verano en su punto pleno pero sí habitaba incomodidad sus oleadas ondas de calor. El castillo del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería se encontraba en marcha en aquellas prolongadas vacaciones en la que los estudiantes abandonaban sus pisos y aquellos extensos terrenos que recorrían casi a diario. Los elfos domésticos, quienes se encargaban de darle mantenimiento como el brindar alimentos a los docentes como a sus pupilos, se encontraban trabajando por jornadas extremedamente dobles que las que atendían a diario en periodo de clases, las cocinas se encontraban repletas de nuevos y nuevos elfos que se introducían tras ser contratados a diario, los pisos habitan cientos de estos a plena luz del día y eran unas cien veces más que todo el conjunto de personas que habitaba el colegio. Un evento se acercaba, las mejores familias de los magos más importantes fueron las primeras que se invitaron, además de aquella que contaban con los mejores cargos y posiciones en cuanto al Ministerio Mágico actual británico... directores anteriores como doscentes...

...

—¿Qué opina usted, señor Ministro? —susurró Maximillian Tattaglia al momento que se daba la vuelta para darle la espada a Shirkmore, quien enrojecía de furia.

—Opino que se han estado tomando muchas decisiones sin consetimiento del mismo ministerio, y he de decir que eso me hace sentir muy ofendido. —Fitz, quien detuvo a Tattaglia mientras este se desprendía, le dio una brusca sonrisa que afectó la paciencia de Shirkmore.

—Siendo así, señor ministro..

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