La Puerta de Atrás

1K 6 0
                                    

El sonido de la campana del microondas la avisó que la leche ya estaba caliente, con el tiempo había logrado descubrir que necesitaba solamente dos minutos exactos para que el cacao no formara grumos al mezclarlo. Su hija Pilar detestaba los grumos, aunque en realidad ni se notaran al echarles por encima los copos de cereales.

Isabel Rodenas se apoyó en el fregadero, tomó su taza de café que se había preparado hacía una eternidad y se atusó su largo cabello castaño, de todo su cuerpo esa era la parte de la que más se sentía orgullosa, sus largos cabellos, que según Eva, la peluquera de la esquina, era la envidia de todo el barrio. Del resto de su cuerpo no estaba muy orgullosa, pero verse coronada con aquella esbelta y larga belleza marrón compensaba todo lo demás.

Las niñas estaban tardando en bajar del piso de arriba, tuvieron suerte de encontrar aquel chalet de dos plantas, en las afueras de SanBernardo, el agente inmobiliario les contó que los antiguos propietarios fueron un matrimonio que tras el divorcio querían deshacerse de la propiedad a toda costa.

― ¡Pilar!, ¡Mercedes!, bajad ya ¡vais a llegar tarde al colegio!

Consultó el reloj, se le estaba agotando el tiempo, si no se daba prisa llegaría tarde a la reunión de la directiva de Robotics International, como accionista mayoritaria era preciso que asistiera. Por segunda vez, y como gesto característico suyo, se pasó la mano la cabellera. ¿Por qué se estaban retrasando tanto en bajar las niñas? Y Javier ¿aún no había salido del baño?

Sin pensarlo subió las escaleras dispuesta a entrar en el dormitorio de las niñas en la planta superior y levantarlas de la cama con un buen tirón de orejas. Por regla general intentaban mantener una moderada disciplina en la casa, pero nunca permitieron que el hecho de haberlas adoptado fuera un impedimento para darles el amor y el cariño que necesitaban. Tampoco se obstinaron en echarse la culpa el uno al otro por no poder concebir, ni se empecinaron en intentar todo tipo de métodos de fertilización, no podían concebir hijos propios y eso era un hecho, por lo que de mutuo acuerdo decidieron que en el mundo habían bastante niños y niñas huérfanos a la espera de encontrar unos padres que los amaran de verdad. Pilar y Mercedes eran de distintos orígenes étnicos, y aunque hubiera podido ser una causa de problemas entre ellas, el resultado fue todo lo contrario, enriqueció su cultura y el aprecio por lo diferente.

El proceso de adopción no resultó en absoluto algo fácil y rápido, en más de una ocasión estuvieron a punto de tirar de la manta, eso era una de las cosas que más irritaba a Isabel, que los propios gobiernos no dudaban en poner trabas burocráticas a pesar de que eran conscientes de la penosa situación de las niñas en aquellos centros. Isabel se negaba en redondo a llamar a aquellos mugrientos antros con el nombre de orfanatos. Mientras subía los últimos peldaños de la escalera, rememoró la dura discusión que tuvo Javier con el embajador en la República Fragistán. Tras varios años de trámites para lograr la adopción de Mercedes les negaban el permiso de salida de la niña, alegando haber pendiente el pago de una extraña tasa o impuesto. Enfurecido dio un carpetazo en la mesa del embajador con el montón de papeles, registros, permisos y certificados que les habían exigido durante aquellos años. Cada vez más furioso se enzarzó en una retahíla de improperios que hubieran hecho enrojecer al más espabilado hasta que de golpe, y ante la impasible mirada del embajador, se le encendió la bombilla. En realidad no se trataba de la falta de liquidación de ninguna taza o impuesto, era el imprescindible pago de la correspondiente comisión o más bien soborno para el embajador, una vez arreglado ese escabroso asunto todo lo demás fueron facilidades. En dos días viajaban de regreso en compañía de la pequeña Mercedes que por aquel entonces contaba con apenas dos años.

― ¡Niñas os queréis levantar de una vez!, se está haciendo muy tarde ―repitió empezando a perder la paciencia y acelerando el paso hacia el dormitorio al final del pasillo donde desembocaba la escalera.

Susurros en la Oscuridad (Antología de Relatos Cortos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora