1. La Noche de las Tinieblas (1a Parte).

109 7 0
                                    

Aquella fría noche de invierno, la Luna llena se ocultaba gracias a las nubes que teñían todo el cielo de negro, aún así, podía verse un pequeño destello de su poderosa luz filtrándose en el cielo.

Sentado frente al escritorio, Ferran, contemplaba la Luna a través de su ventana, como todos los Domingos, se encontraba escribriendo sus novelas. 

No era un escritor profesional, nunca había publicado una obra en una editorial, aunque Ferran incesante, no paraba de escribir las constantes historias que se le ocurrían, para luego, compartirlas con sus amigos y familiares. Incluso si recibía alguna mala crítica, éso no hacía que dejara de escribirlas, ya que intentaba superarse a sí mismo día a día empujándolo a mejorar.

Ferran volvió a fijarse en la pantalla de su ordenador, era medianoche, toda la sala estaba oscura y en un absoluto silencio. Al vivir sólo, para escribir, se encerraba a oscuras en su desván, enfocándorse al máximo en su obra y mientras sentía que las horas se le pasaban volando.

Tras intentar  forzarse a escribir un poco más, finalmente se levantó de la silla, estiró sus extremidades bastante cansado (debido a las largas horas sin descanso frente a la pantalla), cerró la sesión y apagó el ordenador.

Cuando se dio la vuelta para ir hacia la puerta, se quedó observando un viejo cuadro que tenía colgado en la pared sobre un sofá frente al escritorio. Normalmente, Ferran lo dejaba tapado con una pesada y polvorienta manta, ya que la pintura no le daba buenas vibraciones.

El cuadro, representaba a un niño rubio, de unos once años, con el rostro serio, con los ojos muy claros y de color verde. Junto a él, había un caballo de color negro oscuro, con unos brillantes  ojos rojos como la sangre. 

El niño posaba de cara casi como si fuera un retrato, mientras que caballo se encontraba de perfil, ambos mirando en una sola dirección, de frente a la persona que se encontrara observando la pintura.

Había un detalle, que le llamaba la atención y era que parecía que alguien, había escrito (con sangre) la palabra "Bestia" en el lomo del caballo a modo de firma.

Ferran, notaba que cuando miraba el cuadro las horas se le pasaban volando, era como si le absorbiera haciendo que no pudiera dejar de mirarlo.

A veces, sin darse ni cuenta, podía pasarse horas observándolo en silencio sin pestañear, como hipnotizado por su magia...

Luddson (I): El cuadro de Braddok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora