"Mi trabajo."
Mi trabajo se limitaba a ver entrar a los pacientes, catalogarlos en un nivel de locura y por lógica: a una habitación. Era un ayudante más de aquel lugar, que a tantas personas torturó y aguardó por años de miseria.
Mi trabajo nunca había cambiado para nada. Se había vuelto una rutina escuchar gritos, además de lloriqueos de parte de los pacientes.
Según yo: ya era imposible que algo más me torturase.Hasta que ese día, ese día de abril, entró amarrada como animal: un bello rostro de ángel a un lugar lleno de demonios. Su rostro esculpido a mano por el mismísimo Dios, su cuerpo delgado y frágil, con rasgos finos y blancos como artesanías de porcelana. Tan bella.
Desde que entró, mis ojos se habían posado encima de ella: admirando cada pequeño detalle de su persona.Pero el trabajo me devolvió a la realidad.
Me estaban pidiendo una habitación sola para ella. Busqué al encargado, mi compañero Charles: y ayudé a llevarla. Su comportamiento era tranquilo, pero la llevaban caminando entre dos hombres anchos y altos de uniforme.
Me preguntaba, ¿por qué estaba ahí?
Por la misma razón que los demás.
Odiaba admitirlo, pero esa chica, por la que tanto miraba: estaba loca. Sí, enferma mental.
Mientras la dejaban en su habitación, caminaron hacia mí: el único de los trabajadores en ese momento."Acaba de llegar de ser revisada: tiene transtorno por estrés postraumático." me dijo uno de los dos que la trajeron.
Yo sólo cerré la habitación lentamente para seguir apreciando aquella bella mujer, cuando por fin la cerré miré dudoso unos momentos la cerradura. Miré por la pequeña ventana que visualizaba su cuarto, viéndola sentada tan tranquila en su cama.
Apreciándola con más tranquilidad: pude notar que su ropa estaba demasiado holgada para ella, además de sucia y rota por algunos lugares. Su cara estaba pálida, además se habían formado grandes ojeras debajo de esos ojos grandes y claros.¿Qué le había pasado?
Después de ese día, aprovechaba cada turno para irla a ver o a comer. Me sentaba en las cámaras, haciéndome amigo del guardia sólo para verla a través de las pantallas.
Me colocaron en un turno que realmente me gustó: me tocaba hacer guardia por las habitaciones. Dividía mi tiempo para vigilar a los demás, y uno más grande y especial para esa chica.Me levantaba con mucha alegría cada mañana, vistiéndome frente al espejo: sonriendo. Y me decía: "Será un día más viéndola."
Y así pasaron dos semanas, sólo observándola con cautela. Parecía que ella nunca notaba mi presencia o mi vista, eso lo hacía un poco aburrido: pues sería realmente alucinante chocar con su mirada.
Ver su alma a través de sus ojos. Siempre estaba callada, sentada y mirando hacia abajo.No se me había cruzado la posibilidad de saber su nombre todavía: hasta que un colega me mencionó si podría traer los documentos de algunos pacientes. Emocionado, busqué los documentos principales y luego la de ella.
Se llamaba Abigail Samara Elliz Smalle. Su nombre era enigmático por sí solo. Su foto la mostraba apagada, ladeando un poco su cabeza y con el cabello despeinado. Tomé una foto, guardé sus papeles y me retiré de inmediato.
No me dió tiempo suficiente a ver lo demás.
ESTÁS LEYENDO
Mi atroz bendición.
RomanceDesde que aquella chica llegó a la institución, todo mi mundo cayó a sus pies. Mis ojos inconscientemente la buscaban, nada era igual sin esos perfectos ojos claros, su negro cabello rizado y su cuerpo delgado y perfecto. Me encantaba verla sonreír...