Y volvió todo eso que me hacía escribir,
volvió con el sabor de tus labios, cargados de veneno, dispuesto a matar.
Volvió reflejado en tus ojos, que escrutan en cada esquina de mi boca.
Volvió resbalando de tus manos, hasta llegar a mis caderas.
Volvió con ganas de arrebatar gemidos de gloria, de tu boca venenosa.
Volvió implorando contar tus lunares, que formaban las constelaciones de mi noche estrellada.
Volvió lleno de melancolía, porque sabe que desde tu huida, los días son como mirarle la cara a la Mona Lisa y descifrar si lo que abarca su rostro es una completa sonrisa.