Sus anchos hombros fueron hechos para soportar las hermosas y estéticas alas que le permitían volar.
"Tu tarea es vigilar a los humanos desde su punto de vista" le indicó su padre.
Y así como le ordenó ella cumplió. Siempre la catalogaron como la más hermosa de todos los angeles, quienes sabían juzgar no por el atractivo sino por lo pura de su alma (y dejenme explicarles, que no era la más blanca, entre nosotros) y lo fuerte de sus alas.
Sin embargo, para cumplir con la orden de su padre, sus alas se irían, temporalmente (según le habían dicho) y tendría el aspecto de cualquier humano común.
Para ella, los ángeles siempre fueron su definición de perfección, con los hombros, la espalda ancha y las majestuosas alas siempre acompañando; más cuál fue su sorpresa cuando llegó a la tierra de los humanos, que su idea era completamente errónea.
Que las mujeres terrestres eran conocidas por tener una pequeña cimtura y los hombros tan pequeños que se podían definir como finos, tal como una pluma de las tantas en sus alas. Sin querer ella empezó a tener celos y envidia.
Sus anchos y fuertes hombros ahora les parecían sumamente grotescos y horribles, sin ninguna simetría semejante al resto de su cuerpo.
Entre más de adentraba al mundo terrestre más los comprendió, en su busca desesperada de la perfección y la aceptación social empezó a romperse un poco más.
Finalmente, la locura se apoderó de ella. Y el doctor con palabras lentas y suaves como si estuviera tratando de persuadirla dijo "si, existe una solución. Se le retiraría parte de sus huesos para poder hacer sus hombros pequeños y estéticos; y sería de manera quirúrgica".
Un escalofrío recorrió toda su espina dorsal. Hablaba de aquellos huesos que mantenían sus preciosas alas en su grotesca espalda, los mismos huesos que le permitían volar por los cielos en la máxima expresión de libertad.
Una voz en su cabeza susurró como una serpiente: "aquellos huesos que te hacen parecer hombre, de los cuales las personas se han burlado innumerables veces, los que te provocan ansiedad y inseguridad. ¿Qué es lo que realmente quieres?"
Y, sin realmente estar segura, tomó su decisión. Así, en aquella sala de operaciones se encontraba ella, drogada hasta el tuétano pero sintiendo el dolor de los 7 infiernos provocados por sus alas. ¡Oh sus pobres alas! Siendo retiradas, plumilla por plumilla una y otra vez.
Padre, ¡oh Padre! ¿Qué es lo que había hecho? ¿Es acaso que los humanos destruyen todo a su paso? ¿O ella misma lo había hecho?
Miles de preguntas rondaban sus incesantes pensamientos, en un vago intento de amortiguar el horrible dolor.
¿Qué es lo que había hecho?
"Ahora que no tienes tus hermosas alas, estarás atada al infierno de los humanos por siempre"
Y esta, al oír las brillante palabras por fin comprendió que no existía un infierno como los s humanos le habían denominado; pues todos y cada uno eran sus propios infiernos, maldiciendose por la eternidad, cada uno con la misma probabilidad de caer que el otro.
Y que su tarea realmente no era ver su perspectiva. Sino entenderlos, entenderlos de verdad.
¿Y lo hizo?
¡Ah!
Demasiado tarde.