En el barrio donde residía Bill y Tom, digamos que había un solo travesti reconocido, salido del clóset hacía ya mucho tiempo.
Bill y Tom eran los mejores amigos, sí, de eso no cabía ninguna duda. Pero sólo Tom sabía lo que Bill sentía por él, conocía los sentimientos del más menor y aun así le restaba importancia. Bill no lo culpaba; tener una relación amorosa podría acabar con la amistad que tenían. Pero más allá de eso, o tal vez por esa gran amistad que llevaban de años, es que Bill creía que Tom estaba haciendo mal en salir con el travesti sólo por dinero.
De acuerdo. Tom necesitaba trabajo y Jackie (Jack), el travesti, estaba forrado en plata, y el dinero recibido a cambio de su compañía no era fácil de conseguir en otro lado, en ningún otro trabajo. Ganar dinero sólo por salir al centro comercial y tomar de la mano al travesti, eso era tener suerte, mucha suerte. Y Tom lo disfrutaba. Había pasado de comprar ropa de segunda, a estar a "el último grito de la moda". Y eso era bueno.
—¿Te acuestas con ella? —cuestionó Bill mientras le daba una mordida a la manzana, evitando mirar al rasta a los ojos.
—¿El travesti? —Bill asintió—. No, aunque no dudo que pronto me lo proponga. Tal vez si suelta más dinero podría pensarlo.
Ambos guardaron silencio por unos minutos. Bill miraba al cielo y Tom miraba a Bill... y a un estudiante, luego al estudiante y después a Bill.
—Creo que Jacob quiere hablarte.
—Me ha invitado al baile de su graduación...
Tom miró nuevamente al estudiante y frunció el entrecejo por sólo un momento. Miró nuevamente a Bill y suspiró.
—Es un buen sujeto —y lo era. Jacob era un caballero, le ponía el talón a Tom y lo dejaba por el piso si se ponía a comparar: Jacob llevaba el cabello corto, peinado seguramente con mucha delicadeza. Castaño claro y piel blanca —a Bill le atraían mucho las personas de piel blanca—. Su ropa pulcra, planchada y olorosa. Zapatos limpios y muy bien lustrados. Ordenado y fino. No había imperfecciones a la vista en Jacob. Y eso era lo que más le molestaba. Tom era un pordiosero que vivía del dinero de un travesti necesitado, no forjaba metas y no se esmeraba en ser un buen hombre. Era un mantenido. Y sin embargo era la persona por la que Bill había llorado en más de una ocasión.
—Lo es. Es demasiado bueno para ser real
—Inténtalo —propuso Tom—, deberías darte una oportunidad. Además, el tío está bañado de dinero.
A Bill no le gustó el último comentario. Lo miró con enfado visible y se levantó del césped donde se habían colocado.
—Tom, yo no soy como tú. A mí no me importa el dinero, no estoy necesitando —se ajustó la mochila y se perdió a la vista de Tom.
Al instante Tom se arrepintió de lo que había dicho. Era verdad, Bill no era como él. Pero Bill tenía una familia; él no. Bill tenía quien respondiera por sus gastos; él no. Había una gran diferencia, algo que el moreno no entendía. Pero, de todos modos había estado mal, un mal comentario en un mal momento.
Poco más tarde, Bill se había sentado bajo la gran sombra de un ciprés. Estaba enfrascado en las letras de un cuadernillo, se mordía el labio mientras leía una y otra vez la pequeña lista de invitados a la fiesta de cumpleaños de su hermano menor. Solamente le faltaba invitar a su mejor amigo. Suspiró aún molesto por el comentario de Tom, pero no tenía remedio. Su amigo era una cosa extraña que sólo pensaba en dinero y diversión. Se levantó y caminó en busca del rasta, miró a todos lados hasta que lo vió recargado sobre una pared con el móvil en manos.
—Te estaba buscando —Tom alzó la vista y prestó atención—. Alan está cumpliendo diez años, mi mamá quiere hacerle una pequeña fiesta y me ha pedido que te invite... Pero —alargó la 'e' y alzó el dedo índice—, quiero que vayas a ayudarme a preparar todo.
Tom dudó unos segundos antes de responder:
—Justo estaba quedando con... Jackie... Quiere que la lleve de compras... con su dinero, claro. Sabes que tengo un compromiso con ella —Tom hablaba pausado, como con miedo de herir a su mejor amigo, aunque ya lo había hecho—. Es... el trato es "en todo momento que requiera de mi presencia, estar ahí".
Lo entendía, ¿quién no? La gente por dinero hace esa cosas. Y Tom era como el mono: bailaba por la plata. En el caso de Tom, "salía con travesti por plata".
—Entiendo —soltó lacónico, y se marchó. Decepcionado, evidentemente.
••
Bill caminaba preciso hacia la salida del instituto, llevaba en sus manos el cuaderno con la lista de los invitados, dos libros de historia y uno de matemáticas. El bolso en el hombro y un jugo embotellado sobre los libros.
—Déjame ayudarte —dio un sobresalto al sentir la mano de alguien sobre su hombro derecho. Alguien que inmediatamente reconoció por el tono de voz: Jacob.
—No es para tanto —trató de sonar amable—, puedo solo.
—Yo lo sé, pero de todas formas quiero ayudarte. No es de buena educación rechazar la ayuda de un caballero —y que lo era, lo sabía y parecía presumir de ello. Pero no era así—. Anda, perece que tú bolso pesa mucho. Deja que te ayude.
Lo convenció. Tenía un tono de voz muy delicado... suave, si con eso se puede describir la dulzura de su voz. Bill sacudió la cabeza. Jacob era una persona afable, siempre estaba de buen humor, además tenía buenos modales. En verdad era un caballero; pero no tenía que ser un caballero con el, era un año más grande, Bill a su lado era... nada.
Caminaron juntos en dirección a la casa del más menor, Jacob hablaba y hablaba y Bill no se sentía capaz de parar aquella perorata, de hecho descubrió que le gustaba oírlo hablar. Era educado pero gracioso. Lo había hecho reír en más de una ocasión y sin mucho esfuerzo. Bill se sintió pequeño y estúpido a la vez. Era imposible, pero a la vez era cierto: Jacob estaba ahí, llevando su bolso y acompañándolo a casa. Lo había invitado al baile de graduación aun cuando pudo invitar a una hermosa joven... O a alguien mejor, pero lo invitó a él.
Jacob hablaba sobre viajes, sobre su sueños, futuroa trabajos y posibles bienes. Era tan diferente a Tom.
Y ahí estaba, pensando en el bueno para nada de su amigo.
—...Así que Italia sería una buena opción—concluyó el castaño antes de detenerse frente a la casa de Bill—.Está servido, joven príncipe —Jacob hizo una graciosa pero elegante reverencia hacia Bill, y le entregó el bolso—. Gracias por dejarme acompañarte. Espero verte pronto.
Al cerrar la puerta, Bill se recargó sobre ella y cerró los ojos suspirando largamente.
Ese hombre lo confundía. Nunca tartamudeaba, estaba seguro de lo que iba a hablar y hablaba con tanta fluidez que a Bill le sorprendió, ya parecía todo un exitoso empresario y aún no entraba a la universidad.
—Es demasiado para ti —se hablo a sí mismo—, mientras más alto vueles, más dura será la caída.

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Sempiterno
FanficEl dinero puede comprarlo todo, pero nunca comprará un amor sincero. Eso lo constato Tom... quizás demasiado tarde. Twc no relacionado.