Encerrada

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Mi primer día no parecía que fuera a ser sencillo. De hecho, en el mismo momento en que entré en mi departamento fue cuando percibí el caos en su máximo esplendor. Seguramente por la falta de un jefe que pusiera algo de orden en ese espacio. Con media sonrisa me quedé mirando a todo el mundo corriendo de arriba a abajo mientras me ponía la bata médica delante del ascensor. Cuando ya estaba vestida empecé a andar hasta que llegué a la mesa con las enfermeras, las que en ese momento estaban haciendo el trabajo administrativo, me paré frente a la que parecía más calmada, bajé un poco para ponerme a su altura, ya que estaba sentada, y pregunté:

-¿Se puede saber que pasa aquí?

Ella continuó con el papeleo, aunque estaba un poco alterada era mucho menos de como estaban sus compañeras a las cuales parecía que fuera a darles un ataque. Ella más bien estaba estresada, pero no tanto.

-Des de que no tenemos jefe de departamento tenemos trabajo de más y todos estamos muy ocupados.

Dijo mientras revisaba unos papeles, posiblemente comprobantes de medicación, a toda prisa y los ordenaba al acabar.

-¿Y donde está su despacho?

Volví a preguntar con toda la calma. Ella sopló claramente asqueada por mis preguntas ya que posiblemente le distraían. Para evitar hablar y liarse con lo que había en los papeles señaló una puerta al final de un pasillo.

-Perfecto. Me instalo y vengo a poner orden.

Dije mientras empezaba a andar. Al principio ella no hizo caso a lo que había dicho, pero después, al darse cuenta de lo que significaba, levantó la cabeza extrañada. Aunque solo alcanzó a verme de espaldas.

Esperaba más de mi despacho. No tenía más de seis metros cuadrados y estaba segura de que en los otros departamentos no tenían tan poco espacio. Aún así me acerqué a la mesa, y dejé encima mi bolsa. Detrás de esta había una librería completamente vacía. Eso necesitaba un arreglo. En dos o tres días estaría llena de mis libros favoritos. Y algunos de medicina para aparentar un poco, vale. Saqué de dentro de mi bolsa unos cuantos bolis que, al no tener ningún lugar en la mesa donde ponerlos, se quedaron encima de esta y para que no quedara tan mal los puse en uno de los cajones. El único que se quedó fuera, o la única, fue mi pluma. Siempre llevo una, cada día una diferente. Después de eso saqueé el ordenador y una figurita de un cerebro. El cuerpo humano es muy impresionante, no lo niego. Biológicamente es impresionante la mente del hombre, estudiarlo por dentro es algo alucinante, pero estudiarlo por fuera, es decir, hablando, no tanto. Por algo me hice neuróloga y no psicóloga.

Me armé de valor y salí otra vez al caos de fuera para acercarme a las enfermeras, más en concreto a la que había conversado conmigo antes, no sé porque, me daba seguridad, parecía realmente tenerlo todo bajo control.

-¿Me das el papeleo?

Pregunté mientras sonreía cínicamente. Ella levantó la mirada y se quedó parada unos momentos observándome.

-No puedes ser la nueva.

Dijo completamente en shock. A lo cual yo puse una cara de total inocencia.

-No soy un bebe señorita.

Dije burlándome de ella. Esta se sonrojó e intentó buscar algo que hacer para que pasara ese momento incómodo. Seguramente Cuddy había avisado de mis títulos a mis empleados por lo que, al ver a alguien joven, como siempre, se pensaban que era una broma.

-Si no te lo crees- Insistí -Llama a Cuddy.

La chica se disculpó, recogió todo el papeleo y me lo entregó. Después de agradárselo con mi burla habitual me paré en medio del pasillo y les llamé a todos la atención:

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2018 ⏰

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