Abre el cajón de la despensa y saca dos terrones de azúcar, los echa en el café y se queda observando como se van deshaciendo lentamente como si el mundo se acabara. Se sienta en un taburete junto a una mesa cubierta de un descosido mantel.
La mesa esta presidida por una caja de hojalata desde donde se asoman unas galletas de mantequilla y unos barquillos. Se dispone a coger una galleta mientras lucha contra sus temblores, los cuales producidos por su avance del párkinson le impiden que la galleta puede acercarse a su boca.Así se encontraba Isabel, sola en esa habitación con la impotencia de no poder comerse una simple galleta y celebrando su septuagésimo cuarto cumpleaños en la más absoluta soledad, sintiéndose como un dedal olvidado en el fondo del armario.
Suena el teléfono, Isabel despacio se levanta y se acerca al estante donde se encuentra, lo coge con dificultad y pregunta:
-¿Quién es?-pregunta Isabel con una voz ronca y desgastada.
-Mamá soy Carla-responde la persona que estaba llamando-.Llamaba para felicitarte por tu cumpleaños y decirte que no puedo ir a comer hoy, me han surgido problemas en la oficina, pero este fin de semana me acercare a verte.
-Hija, no hace falta que vengas, ya sabes que estoy bien, que en estos tiempos que corren la vida esta muy mal y no se puede faltar nunca al trabajo.
-¡Mamá no seas tonta!-Grita entre risas Carla-. Hoy me ha surgido este imprevisto, pero te prometo que cuando pueda me acerco a verte.
-vale, pero no te preocupes por mí, estoy bien.
-Mamá, te quiero, ya hablaremos.
-Hija un beso, adiós, cuelga tu que yo no sé colgar-dice en un tono cómico Isabel, mientras espera a que se corte la llamada.Una vez terminada la conversación, mientras apoya el teléfono en la base, se le escapa una tímida lagrima la cual desciende lentamente por sus mejillas moviéndose de lado a lado entre las marcadas arrugas que presentaba su rostro.
Se dirige a la ventana y aparta lentamente la cortina que la cubre y fija su mirada en la calle, llena de gente que camina y disfruta de esta mañana de verano, concretamente en esas parejas de ancianos que agarrados de las manos avanzan lentamente sin ninguna prisa. Se le dibuja una inesperada sonrisa mientras pequeñas lagrimas empiezan a gotear a desde sus ojos.
Pasa la tarde sentada en el sofá viendo la televisión y echando alguna que otra cabezadita hasta la hora de la cena, momento en el que se prepara una comida rápida y se va de vuelta al sofá donde pasará el resto del tiempo hasta que llegue la hora de irse a dormir.Día tras día repite la misma rutina haciendo una vida solitaria excepto por alguna que otra visita de su hija Carla, quien es la única de sus 4 hijos que mantiene relación con ella.
Carla es la hija más pequeña, tiene 46 años, soltera y sin hijos y es licenciada en turismo. Actualmente trabaja en una agencia de viajes y dedica casi todo su tiempo al trabajo, desea ascender de puesto y poder dirigir dicha agencia en un futuro. Debido a su oficio, se encuentra todo el día hablando por teléfono e intercambiando emails.
El resto de sus hijos lo conforman: Juan que tiene 50 años, Susana 53 y Alfonso 57. No tienen ningún tipo de relación ni con Isabel ni entre ellos, y es por causa de un conflicto de herencia, el cual surge cuando el marido de Isabel dejó en el testamento repartidos todos sus bienes por igual y esto llevó a producir constantes discusiones por el dinero.
Una familia que siempre había estado unida se rompe por el ansía de conseguir más dinero y lo hace en el peor momento, cuando Isabel pierde a su compañero de vida y tiene que afrontar ella sola esta tragedia sin la ayuda de sus hijos.Una mañana Isabel estaba en el salón como de costumbre cuando llaman a la puerta, Isabel logra oír el timbre tras varios intentos de la persona que se encontraba en el exterior. Se encamina a la puerta a un ritmo lento y gritando al mismo tiempo:
-¡ya voy, ya voy!- abre la puerta y se topa de frente con su hija Carla.
-Hola, mamá-saluda su hija-. Tenía la mañana libre en la oficina y me he pasado para comer contigo.
-Carla, mi vida, ¿que tal todo?
-Bien-responde Carla mientras entra por la puerta de la casa.
Van hacia el salón y se acomodan en el sofá, Isabel le ofrece café, pastas, chocolate... pero Carla no quiere nada.Isabel después de estar un rato hablando con su hija, se le viene a la mente una anécdota de cuando Carla era pequeña, historia que ya había contado otras veces.
Tras varias anécdotas y una distendida conversación, Isabel le hace saber a su hija los dolores estomacales y de piernas que padece, pero Carla aprovecha este momento para sacar su teléfono móvil y revisar su bandeja de correo electrónico, asintiendo con la cabeza cada cierto tiempo, ajena a lo que su madre le estaba contando y pensando que se trataba de otras de las muchas quejas que le hacia diariamente sobre sus dolores.Una vez que han comido, Carla se marcha e Isabel vuelve al sofá donde permanecerá el resto del día.
Desde que murió su marido, Isabel dejó de hacer todas aquellas actividades que solía realizar acompañada por él, como clases de baile o diversas actividades destinadas para personas de la tercera edad. Aunque ya han pasado 12 años desde su pérdida, Isabel no se acostumbra a vivir sola y teme cada noche la penumbra que invade su cuarto mientras duerme.
Pasó de vivir acompañada en todo momento a sentirse como un zapato izquierdo que sin el derecho no encuentra motivo para seguir viviendo.Todas las noches antes de dormirse, Isabel se sienta en el borde de la cama y reza en voz alta un "Padre Nuestro" mientras dirige su mirada a una fotografía enmarcada en la pared de su marido y ella.
Acto seguido, besa la medalla que cae por su agarrotado cuello mientras pronuncia un te quiero.
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"Mensaje no enviado a tiempo"
RandomLa historia refleja como las personas nos preocupamos más por todo lo que rodea nuestro trabajo y como somos totalmente dependientes de los teléfonos móviles que somos capaces de dejar de lado a nuestra familia y nuestra propia salud. Isabel, una an...