Prólogo

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La luna coronaba la ajetreada noche que nos rodeaba mientras mi mirada color café buscaba dos sudaderas negras entre la multitud. La chica que me acompañaba, Celia, se aferraba a mi mano para no perderse entre la multitud, la cual saltaba y se movía al compás de la música en directo que amenizaba la noche. Las otras dos amigas con las que había venido, Kylie y Annie, habían desaparecido mientras estábamos bailando, seguramente para ir a reponer líquidos. Tiré de Celia suavemente para que me siguiera. No me gustaba estar rodeada de gente que era mucho más alta que yo, ya que corría el riesgo de morir aplastada. Aunque, claro, el hecho de que midiera un metro y cincuenta y seis centímetros no ayudaba mucho. La mayoría de los chicos que pasaban cerca nuestro giraban la cabeza, seguramente para contemplar a Celia. Y a su culo. 

-Mierda. -Gritó ella, soltando mi mano.

Le miré. Su peto verde de fiestas, que ambas habíamos comprado igual, estaba manchado de un líquido que olía a ginebra. Instintivamente miré mi vaso de plástico, y me alivió comprobar que todavía continuaba lleno.

-¿Te han tirado la bebida?

-Ajá. -Suspiró ella, despegando el peto de su pierna con dos dedos.

-¿Quien ha sido?

-Ese chico de ahí. Se ha ido sin decir nada.

Señaló a un joven vestido de negro, que saltaba empujando a la gente y no parecía tener mucho oído musical. Me acerqué a él, apartando a los que parecían sus amigos. Conté seis, no sin fijarme en un chico de ojos claros. Parecían azules, pero había poca luz.

-¿Qué? -Dije cuando me miró. -¿No le vas a pedir perdón?

El chico se tambaleaba e intentaba enfocar los objetos que le rodeaban, entre ellos, yo.

-¿Por qué voy a tener que pedir perdón?

-Déjale. Está borracho. -Añadió Celia.

-Aún así te debe un cubata. -Aclaré.

El chico parecía seguir en su mundo, y se apoyó en uno de sus amigos para poder mantener el equilibrio. En el chico de ojos claros. También tenía el pelo negro, y las pestañas muy largas.

-Da igual, ya me compro otro.

-Eh eh, que sí hay que invitarte se te invita. -Propuso el chico. Juraría que estaba al borde del coma etílico. -Pero que tu amiguita no me venga de chula por que para chulos yo.

-¿Perdona? -Reí. -Yo no soy chula por decir las cosas claras. Le has tirado su bebida por hacer el gilipollas, a sí que ahora le invitas a otra por que ha sido culpa tuya. -La sangre ardía en mis mejillas. -No es tan difícil de entender.

-Le invitaré sí me da a mi la gana. -Guardó silencio mientras yo le miraba mal, y acto seguido me miró de arriba abajo, sin ni siquiera intentar disimular.

-¿Qué? 

-Que parece mentira que con lo buena que estás te amargues tanto. ¿Qué te falta? ¿Un polvo? -Me sonrió. -Mira a mis amigos. -Se tambaleó, buscando y señalando a las seis personas que estaban detrás de él. -Yo te presento y te hago al que quieras.

Me mordí el labio por dentro. Apreté el vaso que llevaba en la mano y le di un trago. Aún quedaba la mitad.

-Tienes algo en la cara. -Le advertí.

El chico se limpió instintivamente con la manga de su sudadera.

-¿El qué? ¿Dónde?

-Aquí.

Y lancé el líquido del vaso hacia su rostro.

-Bueno, venga. -Reí. -Hasta luego, ¿Eh?

Y seguí mi camino buscando a Kylie y Annie, con Celia siguiéndome.

-¡Kylie! -Grité, esperando que me escucharan. -¡Annie!

-Cada día alucino más contigo. -Rió Celia.

-Se lo merecía.

-No te digo que no. -Dijo, y se frotó las manos. -Oye, ¿Has visto al tío ese? El que estaba en medio.

Negué.

-El que tenía los ojos grises. -Continuó. -Y el pelo negro.

El corazón me dio un vuelco. Por supuesto que le había visto. Como para no.

Aún así, me encogí de hombros.

-No me lo puedo creer tía. Me has decepcionado. Tienes que tener el radar-de-tíos-buenos siempre activo. Ese estaba para comérselo.

Reí.

A lo lejos divisé dos sudaderas negras y dos petos verdes, que andaban dados de la mano. Sonreí.

-Míralas. -Le dije a Celia. -Ahí están.

Kylie y Annie se acercaron hacia nosotras.

Kylie llevaba la sudadera desatada y su pelo rojo recogido en una coleta alta. Su piel clara parecía resplandecer en la noche, y sus pecas hacían juego con sus ojos avellana. Sonreía pícaramente, y sus ojos se achinaban de una forma adorable cada vez que sonreía de esa manera.

Annie, también llevaba su pelo recogido, pero en un moño adornado con un pañuelo rojo, a juego con sus labios. Su piel era lisa y sus ojos verdes estaban enrojecidos por donde deberían estar blancos. Tenía mala cara, en cambio, reía a carcajadas.

-¿Que le han dado? -Preguntamos Celia y yo al unísono.

-A ver, -Carraspeó Kylie. -Hemos ido a la barra y...

-Me he liado con el camarero. -Rió Annie.

-Que raro. -Bromeó Celia.

-Es que no he traído dinero, entonces -Explicó Annie. -he pedido dos chupitos. Él me ha dicho: "¿Son para ti los dos?" Y le he respondido: "No, uno para ti y otro para mi." Y pues al final me ha dicho que me invitaba él y nos ha invitado a otros tres más. Y Kylie se ha dado la vuelta y se me ha lanzado y estaba muy bueno.

-Y luego le ha dado un par de caladas de un porro. -Concluyó Kylie. -Y pues así se ha quedado. Ha matado la última neurona que le quedaba.

-Eh eh, que Lorenza sigue viva, es una neurona luchadora y dura. -Bromeó Annie otra vez.

Miré hacia atrás por un acto reflejo y distinguí al tipo al que había tirado vodka encima, con sus amigos.

-Creo que tendríamos que irnos a casa ya. -Sugerí, dándole un codazo a Celia.

Miró hacia atrás, preparada para correr.

-Anda, que las lías...

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