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Comenzó a juntar los utensilios de cocina para después irlos dejando en la tarja listos para ser lavados. Era la tercera semana que cenaba solo, bueno quizá no tan sólo, una curva bastante notoria en su abdomen era su eterna compañía ahora que sus dos hijos eran ya un poco mayores y decidían pasar el tiempo en cualquier otro lado que con él.

—A penas empiezas a moverte y ya estás causando mucho revuelo, no sé qué harás cuando ya estés aquí— susurró dando pequeños masajes superficiales al lugar donde se encontraba pateando su bebé. Cansado se recargó sobre la barra de la cocina, el embarazo le robaba cada vez más energía.

El sonido de un teléfono que no era el suyo lo saco de su mini descanso de diez segundos. Caminó hacia la recámara que compartía con su esposo siguiendo con el ceño fruncido la larga lista de mensajes de texto que estaban llegando, un pitido tras otro. Al abrir la puerta los tonos se hicieron más fuertes y con toda la movilidad que pudo busco el origen del sonido.

Detrás de la cama se encontraba el celular de Harry. Era extraño puesto que su esposo muy rara vez se olvidaba del aparato. Veintiséis mensajes al hilo y contando. Desbloqueó la pantalla solo para poder cerrar los ojos con fuerza y dejar que varias lágrimas se derramaran por sus mejillas.

Lo sabía y siempre lo supo, prefirió ignorar las señales que estaban tan claras como las lágrimas que seguían brotando. Se sintió idiota con un nudo en la garganta. Apretó el móvil que tenía en la mano tan fuerte que solo pudo ver sus nudillos emblanquecerse. Después de varios segundos sentado en el piso junto a su cama tomo una seria decisión. Sacó del bolsillo su propio teléfono y marco. Se seco las lagrimas en el proceso.
Uno... Dos pitidos...

No dejo que la persona al otro lado de la línea dijera algo cuando...— Zayn... Sí me quiero ir contigo.

El morocho había sido su amigo desde la infancia, fueron vecinos, compañeros de dormitorio en la universidad y Zayn siempre quizo ser más que eso, Zayn siempre quiso más de él, lo sabía, sabía que él llevaba años anhelando el amor que Harry se ganó desde la primera vez que el verde y el azul en sus ojos chocaron.

Una semana atrás, Zayn le platicó que le ofrecían un trabajo al otro lado del continente, en Estados Unidos; a sabiendas de todo lo acontecido en el matrimonio de Lou, éste le pidió que se fuera con él, que comenzará de nuevo, que ya nada lo ataba a esas personas que se decían ser su familia. Lou se negó rotundamente, la esperanza del pequeño era más fuerte que él mismo.

Pero ahora sus esperanzas se habían esfumado. Veintiséis mensajes bastaron para que Louis Tomlinson tomará las riendas de su vida, sin importar las consecuencias que eso conllevará.

— Lou ¿está todo bien? ¿Por qué cambiaste de opinión tan de repente?— Zayn había dejado la sala donde una importante reunión le requería puesto que sería la última que presenciaría al dejar su cargo como vicepresidente de uno de los bancos más conocidos en Londres, pero el amor de su vida era más importante.

— Yo... sólo — Louis temía que se le quebrará aún más la voz—, solo ven por mí ¿si? Prometo contarte todo.

— Bien pequeño en diez minutos salgo para tu casa.

— Gracias Zy— sin esperar despedida, colgó.

Miro la hora en su teléfono, eran las nueve de la noche aún tenía tiempo de recoger algunas cosas que para él eran de valor. Saco una maleta del armario y empezó a empacar la ropa que creyó le quedaría durante un tiempo más pues su barriga crecía sin parar. No quería causarle molestias a Zayn cuando al día siguiente de su viaje tuviera que gastar dinero en él solo porque no previno ciertos acontecimientos. Guardo una foto de sus hijos junto a él, artefactos de higiene personal, su libro favorito, decidió no llevar zapatos más de los que traía puestos, era demasiado peso para él.

Mejor que tú [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora