II. El cuarto de juegos

6 2 3
                                    

Dentro de la habitación hay una señora vestida con bata blanca, usa lentes y una diadema con antenas.

– Pero ¡qué bonita niña! ¿Cómo estás? ¿Cómo te llamas? – pregunta.

Emilia está agotada y triste. Sabe que solo debe responder preguntas para poder irse, pero incluso sabiéndolo no puede evitar tener los ojos caídos.

– ¡OH! No estés triste o también me pondré triste. – dice la psicóloga mientras hace caras graciosas para que la niña ría.

La última vez que sus padres la hicieron reír fue cuando tenía tres años, pero ella solo recuerda cuando su hermano la hacía reír mucho, antes que él también cambiara.

La psicóloga lo ha logrado: la niña comienza a reír.

– Te ves más bonita cuando sonríes. ¿No quieres jugar conmigo? Tengo varios peluches y muñecas.

El lugar es un cuarto de juegos: las paredes están llenas de dibujos, hay una piscina de pelotas y varios juguetes.

Emilia asiente y se acerca a jugar.

– Esta muñeca es muy hermosa igual que tú. Se llama Cynthia y quiere saber tu nombre. – dice la psicóloga.

– Si es muy hermosa. Yo me llamo Emilia. – dice entre risas.

– Un bello nombre de princesa. Yo me llamo Dania.

Ambas juegan. La tarea de la psicóloga es poder entrar en la mente de la niña y solo lo podrá lograr si se gana su confianza.

– ¿Te estás divirtiendo?

– Sí, mucho.

– ¿Juegas en tu casa?

– A veces. – responde la niña mientras peina a la muñeca.

Cuando aún vivía con su padre, jugaba sola. Su madre ya se había marchado un mes antes y su hermano una semana atrás. Emilia solo jugaba conmigo.

– ¿A veces?, ¿cuándo fue la última vez que jugaste?

La última vez que jugó de verdad fue con su amiga Sara en el jardín de niños. Les gustaba cocinar para sus muñecos de peluche. Ambas adoraban la pequeña cocina de plástico. Emilia se sintió muy triste cuando su hermano le dijo que no volvería a ver a sus amigos y en especial a Sara.

– Ayer estaba jugando en casa de mi tía.

– ¿Con tu tía?

Al llegar a casa de su tía, encontró varios juguetes nuevos. La hermana de su padre no pudo jugar con ella porque tenía que hablar con su abogado para poder presentarse ante la jueza. Emilia tuvo que jugar sola otra vez. Solo pude hablar un rato con ella en la noche cuando su tía se quedó dormida, pues ambas durmieron juntas.

– No. Ella estaba hablando con un señor.

– ¿Te gusta estar con tu tía?

Emilia no responde. Solo sienta a los muñecos en el piso de goma.

– Tengo varios juegos de mesa. ¿Te gustaría jugar conmigo?

– ¿Cuáles? – Emilia se levanta y se acerca al estante.

Emilia escoge uno y el juego comienza con risas.

Me gusta que la niña sonría. La pobre aún no es consciente de su realidad. Aún no sabe que su madre la ha abandonado, que su padre aún no supera su alcoholismo y que su hermano ha elegido vivir fuera de la realidad.

Cuando llegué a su vida, ella tenía una familia. Cuando me hizo su amigo, las grietas ya habían aparecido y ella ya estaba sola.

GrietasWhere stories live. Discover now