Esta vez.

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Los aleteos haciendo eco por el lugar me indicaban que la hora había llegado; que él había llegado. Me levanté con tranquilidad de la suave y acolchada cama para cerrar aquellas gruesas cortinas con la calma notoria de mi actuar, aseguré todo aquello que tanto le incomodaba ver y volví a la cama quedando sentada de espaldas a la entrada.

Escuché como tocaba la puerta y, acto seguido, está se abría sabiendo que de mi no obtendría respuesta alguna. Sus pasos resonaban por la habitación y con seguridad, sabía que siguiendo su rutina estaría escudriñando cada pequeño rincón. Buscando aquello que nunca encontraría en este lugar.

Se sentó a mi lado y con delicadeza acarició mi cabello, abriendo paso con sus delgados y fríos dedos un camino por mi rostro hasta mi cuello, acercándose hasta estar por completo cuerpo a cuerpo y rodeando mi cintura con algo más de rudeza, logrando sacarme un suspiro.

- Aún tengo miedo.

Susurró suave a mi oído, posando sus labios en mi mejilla por unos segundos. Sin embargo esta vez no sonreí. Al darse cuenta pude sentir ese pequeño temblor en sus manos, y como con algo de preocupación buscaba mi mirada. Pero esta vez, yo estaba perdida mirando las cortinas, como un pequeño, casi imperceptible, halo de luz se filtraba entre la negrura del lugar.

Tomando mi mentón me obligó a verle, me obligó a notar su mirada tan perdida como la mía. Juntó nuestras frentes y acarició mi mejilla mientras intentaba descubrir mis pensamientos. Pero esta vez no había nada en mi mente o en cualquier parte de mi que le diera respuesta alguna.

Sus labios acariciaron los míos en un lento roce cargado de desesperación por obtener lo más mínimo que ansiaba que existiera. Esta vez no respondí; mis labios entre abiertos no siguieron sus órdenes ni mis manos se movieron de mi regazo para impedir que abandonara mi cuerpo.

- Lo lamento.

Entre sollozos débiles que gritaban por mi atención demostrando la tristeza de su alma, logré distinguir esa frase. Aunque esta vez no lloré con él; mis ojos sólo notaban la oscuridad envolviéndose alrededor de su cuerpo, aprisionando al mismo hasta extinguirlo.

Dejó pequeños besos por mi rostro, así como pequeñas lágrimas que se dirigían con el hasta mi cuello, causando que mis manos se guiarán con amor hacia su cabeza para sostenerla y evitar que se alejara. Esta vez el inhaló profundamente, tratando de prepararse con sólo eso.

Con lentitud, recostó mi cuerpo entre las sábanas, dando un último beso en la comisura de mi cuello, antes de comenzar a desgarrar mi piel hasta profanarla por completo para succionar aquel líquido carmesí que huía con seguridad de mi cuerpo para estar con él. Limpió todo rastro con su lengua repitiendo el proceso por distintas partes de mi cuerpo remarcando su autoridad sobre mi ser y mi existencia misma.

Esta vez no se molestó en volver a hablar, no volteó a verme al terminar ni se despidió al marchar. Desapareció pesadamente entre el silencio y el dolor de la oscuridad. Dejó solo su aroma rondando la habitación, y la promesa de que volvería a este lugar.

Pero esta vez...
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- Esta vez ya nadie me esperaría más.

Fragmentos de un fantasma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora