Paso 2: Jack-o'-lantern

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Había dos opciones para tan peculiar suceso, pensaba Camila; una, haber cambiado el contaminado aire de la ciudad por el aire limpio del campo le había hecho bien; o dos, el elixir de los sueños de Lauren de verdad funcionaba. Porque hacía semanas que Camila no lograba dormir bien y ahora de repente había tenido una noche completa de sueño, sin interrupciones, sin pesadillas.

Por primera vez había logrado descansar realmente. Sin embargo, cuando el sol apareció y entró por su ventana, no tenía ganas de levantarse.

Últimamente no tenía ganas de salir de la cama y no sabía realmente por qué, simplemente no le daba la fuerza de voluntad, o las fuerzas en general. Era como si un peso la obligara a quedarse entre las mantas, porque hasta las tareas más simples parecían ser imposibles de llevar a cabo.

Podía oír el ruido en las escaleras y en el piso de abajo. Hacía rato que había movimiento en la casa, pero Camila no tenía ganas de levantarse.

Se volteó hacia la ventana y observó el hermoso paisaje que le mostraba. Podría fácilmente haberse vuelto a dormir unas horas más, pero entonces alguien golpeó la puerta.

— ¿Camila? —preguntó Lauren desde afuera—. ¿Estás despierta? ¿Puedo pasar?

Camila se giró hacia la puerta y aclaró la garganta antes de hablar, porque su voz sonaba mucho más grave y rasposa en la mañana.

—Adelante —autorizó.

Lauren abrió la puerta y lo primero que notó Camila sobre ella esa mañana, fue que llevaba el cabello atado en una cola de caballo. Le quedaba bien. Demasiado bien.

—Tu abuela dice que bajes a desayunar —le informó.

—No tengo hambre —se excusó Camila.

— ¿Nada, nada? —inquirió Lauren, apoyándose en el marco de la puerta.

Camila negó.

—Puedo traerte algo que te guste si no quieres bajar —le ofreció Lauren—. Dime, ¿qué te gusta para desayunar?

—No te preocupes, Lauren, bajaré en un momento —le aseguró.

No quería que Lauren se hiciera cargo de ella. No era su deber y tampoco quería incomodarla. Podía imaginarse que su abuela ya le daba una cuota justa de tareas.

—Bueno, si necesitas algo, estamos en la cocina. —Lauren le dedicó una sonrisa acogedora y se retiró de allí.

Había algo en esos ojos verdes grandotes que le hacía querer confiar en ella. Camila sentía que Lauren era el tipo de persona con quien puedes hablar de cualquier cosa, pero no quería hablarle de sus problemas. No necesitaba cargarle eso sobre los hombros.

Camila no bajó a desayunar, pero una hora más tarde, alguien volvió a golpear en su puerta.

Pudo imaginarse que vería a Lauren con una bandeja con comida, pero antes de que pudiera responder, fue su abuela la que entró a la habilitación.

—Arriba, Camila, hay cosas que hacer en la casa —fue lo primero que le dijo.

Camila se cubrió con las mantas hasta la nariz.

—Vamos, vamos —La abuela comenzó a aplaudir—. Arriba.

—No soy buena con las tareas del campo, abue —confesó.

—En dos días abriremos el campo de calabazas y Lauren necesita tu ayuda allí.

— ¿El campo de calabazas? ¿Tienes un campo de calabazas? — preguntó, asombrada.

Cómo salvar una vida [adaptación CAMREN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora