Meredith
Hoy por fin tendría una amiga con quien jugar. En este barrio no hay muchos niños de mi edad, es muy aburrido, sólo hay adultos que no quieren perder su tiempo jugando con niñas de ocho años, ¿qué culpa tengo yo de que estén amargados? Mayores... tienen demasiados problemas. Menos mal que aún soy pequeña, mi madre se fue al Cielo hace mucho tiempo, cuando yo era mucho más pequeña que ahora, no la recuerdo, pero dicen que era muy guapa y que me parezco mucho a ella. Los ojos grises son de mi padre, pero el pelo negro y las pecas son de mi madre.
Llevaba toda la mañana esperando en el porche de mi casa, con mi vestido favorito y mis zapatos nuevos a la llegada de mi nueva mejor amiga. Cuando al fin vi el coche de los Castle di un brinco y fui corriendo a saludar a Dalia y a Jeremy. Eran ambos muy simpáticos y buenos conmigo, Dalia era como una madre para mí, éramos muy parecidas, era morena y de ojos grises, Jeremy tenía el pelo cobrizo, ambos eran altos y muy elegantes. Mi padre me contó que Dalia no podía tener hijos y que por eso adoptaron a una niña. Seguro que hubieran tenido una niña preciosa, lo pensaré siempre.
—Hola Meredith. —dijo sonriente Dalia.
Le di un abrazo y lancé una rápida mirada a el asiento trasero del coche, ocupado por una niña. Ésta salió del coche muy seria. Parecía una de las muñecas de porcelana que había sobre la estantería de mi cuarto, era pálida, pero un pálido bonito, no como el de la señora Ravenlift, que era muy feo, casi amarillo. El de esta chica era muy bonito, además, hacía contraste con el precioso vestido azul que llevaba adornado con un lazo blanco que le rodeaba la cintura y hacía un lazo en la espalda. Pero lo que más me gustaba era su pelo, dorado que caía en cascada por la cintura. Me recordaba a Ricitos de oro, uno de mis cuentos favoritos.
—Hola, me llamo Meredith. —le dije sonriendo.
Me devolvió la sonrisa, era muy guapa, tenía los ojos azules y un cara muy dulce. Se acercó a mí y me dio la mano.
—Yo soy Cat. —miró donde estaban Dalia y Jeremy y al verlos ocupados llevando su equipaje, cambió su expresión a una más seria. — Y te odio. Tú también me odiarás a mí, eso hacen todos.
No lo entendí muy bien, ¡qué chica más rara! Pero la única en la zona.
—Vivo allí, en la casa blanca. —dije olvidando lo anterior y sonriendo.
—Yo aquí, bueno, ya lo sabes.
Parecía haber olvidado lo que acababa de decir, desde luego era muy extraña. Me contó que vivió en el orfanato desde que era un bebé y que estaba deseando que alguien le adoptara. En ocasiones paraba de hablar, como si me estuviera contando algo que no debería y, a veces, decía comentarios para sí. Me fijé en que agarraba un diario entre sus manos, pero algo me decía que no preguntase por él. Yo también tenía un diario, pero estaba escondido en mi cuarto, el mío es mucho más bonito y más nuevo, es rosa, el suyo era marrón. Qué gustos más raros.
Cuando pasó media hora o así, la sra. Castle dijo a su nueva hija que tenía que ver la casa, que ya jugaríamos más tarde. Me despedí de ellas y volví a mi casa, era casi la hora de comer.
—¡Hola, papá! ¡He conocido a Cat! ¡Tengo una amiga nueva! —grité yendo a la cocina donde mi padre estaba preparando unos macarrones.
—Me alegro, pequeña, pero es hora de comer. —me dio un beso en la frente y fui al comedor.
Cuando al fin empezamos a comer, le conté como era, que era rubia, que llevaba un vestido. Una chica de cuento dice que era. Seguro que seríamos mejores amigas.
Pero los años pasaron y desde la llegada de Cat, mi vida cambió para siempre.
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La nueva Alicia.
Fantasy¿Nunca te has preguntado que fue de Alicia? Alicia ha vuelto, lo dicen las flores al pasar, el Sombrerero está haciendo un sombrero expresamente para ella. Ah, pero... no, no es la verdadera Alicia, ella murió hace mucho tiempo, pero no sin antes co...