Convergencia

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– No te permitiré verlo ahora – señaló la mujer de gafas después de comentar su duro encuentro con Eren.

Sentada en el comedor que habían designado para que la Legión de Reconocimiento tomara sus descansos, Hanji bebió de su té negro, cortesía de Levi, para intentar aplacar todos los sentimientos que le había generado aquella discusión.

– Por favor. ¡Debo verlo! – exclamó Mikasa colocando sus manos en la mesa, suplicándole con la mirada.

La comandante se levantó de su puesto, llevando consigo su taza. Puso su mano en la mejilla y una sonrisa triste se asomó en sus labios.

– Deja que ordene sus pensamientos – respondió, acariciándola levemente. – Me confirmó que adquirió el poder del Titán Martillo de Guerra. No sabemos qué otras memorias están apareciendo en su mente. Dale un poco de tiempo. – le aconsejó antes de abandonar completamente la sala, dejando a una Mikasa aún más consternada e impaciente.

Sin embargo, luego de días de insistencia, Hanji accedió a que fuera a su celda por el tiempo que ella estimara necesario. El guardia que se encontraba custodiando el lugar cabeceaba a causa del sueño. Sintiendo los pasos de Mikasa, alzó la mirada y se incorporó nervioso.

– Necesito hablar con él – indicó con voz impasible. El guardia asintió asustado, tragando con fuerza y se quedó plantando observando como la chica avanzaba hacia él. – A solas – El hombre asintió y subió las escaleras con velocidad, agradecido de no haber sido castigado por su negligencia.

Cuando Mikasa se paró frente a la celda, Eren ya se encontraba de pie, esperando que hiciera su aparición. Se había hecho un nuevo peinado, y vestía solo unos pantalones, dejando su torso al descubierto. Parecía más delgado que la última que vez que lo había visto.

Él se acercó hacia los barrotes, sin decir palabra alguna.

– Eren – musitó, desviando su mirada hacia el suelo. Se sentía extraña, como si estuviera frente a un desconocido que tenía su apariencia.

– ¿A qué has venido? – preguntó secamente. Mikasa alzó la mirada algo sorprendida. El rostro del castaño estaba serio, ilegible para ella, pero sus ojos transmitían fuego, ira y sed de venganza.

– Solo quería saber cómo estabas – dijo apenas en un susurro. El suspiró pesadamente y cerró los ojos, tratando de mantener el control. Se dio la media vuelta y camino hacia el lavamanos, apoyándose en él, observando su rostro frente al espejo.

¿Cómo estaba? Terrible, al ver que todos los planes que habían puesto en marcha hace dos años, habían sido tirados por la borda. ¿Qué propósito tenía haber realizado todo eso, si dentro de Paradis ya habían decidido tomar otro camino?

Mikasa sacó de su abrigo un manojo de llaves que había logrado robar hacía un par de horas atrás y abrió la celda. Caminó lentamente hasta llegar a su lado. Eren la miró a través del espejo, suspirando nuevamente. La joven de cabellos negros colocó su mano en su hombro, con cierta timidez.

– Puedes desahogarte conmigo, Eren. Siempre voy a estar aquí para ti – murmuró, devolviéndole la mirada con tristeza.

Eren ya no aguantaba mas. Desde la discusión con Hanji que había estado aislado. Era considerado un monstruo que había matado cientos de hombres, mujeres y niños inocentes. Era culpable de la muerte de Sasha, y cargaba con el reproche de todos. El ejército de Paradis ya no confiaba en él y tenían planes a sus espaldas. ¿Qué como se sentía? Cómo una verdadera mierda, utilizado para llevar a cabo sus macabros planes de guerra, presentándolo como su mayor arma destructiva, para luego ser despojado con un ser inútil e inservible.

Convergencia ~ EreMikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora