De repente sentí unas inmensas ganas de salir afuera. No puedo distinguir el porqué de aquel impulso, se siente como si la brisa veraniega me estuviese llamando ansiosa por besar mi mejilla con su calor. Detuve mis actividades y desvié la mirada hacia la ventana. Las copas de los árboles se sacudían levemente haciéndome ademanes para que salga a encontrarlos.
“Mis estudios pueden esperar.” Pensé y me levanté de mi silla persiguiendo una extraña corazonada.
Hacía calor. No mucho, pero era bastante incómodo pararse bajo el sol sin esconder el cuerpo de sus presuntuosos rayos. Ya estaba afuera, la brisa ya me besaba y los árboles me protegían del clima, pero una extraña sensación aún permanecía dentro mis costillas como una especie de mensaje advertidor. Me palmeé el pecho para ver si mi corazón aún estaba allí. No había nada extraño en el patio de la casa y nada extraño había ocurrido durante el día, pero esta inquietud de algún modo lograba alarmarme. Miré a mis lados, miré a mis espaldas. Estoy solo en casa, ¿Qué demonios estoy esperando que suceda?
De pronto, la brisa se tornó violenta. Fue un solo segundo que pasó rápido como un rayo, pero el viento me logró tambalear. Una pluma gris cae planeando a mi lado. Da un par de volteretas en el aire moviéndose de un lado a otro para luego posarse tiernamente sobre mis pies. Parecía una pluma ordinaria, probablemente de paloma. El extraño escozor en mi pecho me motivó a levantarla.
—Dios. Me estoy volviendo supersticioso— Y también paranoico por el hecho de que acabo de hablar solo.
Decido obviar mis pensamientos por un segundo y flexiono las rodillas para levantar la pluma. Nuevamente me convencí de que es una pluma ordinaria. No medía más de veinte centímetros y su atónico color gris le robaba bastante belleza. Con solo pensar en que puede ser de paloma me dan ganas de soltarla…pero no lo hago. Se me hace difícil apartar mis ojos de ella. Mi corazón aumenta sus revoluciones. La sensación en mi pecho toma el control de mi cuerpo y luego…
—Hola.
Un saludo. Antes de escuchar su voz pude saborear su aroma. Dulce, como un melón maduro. Es difícil saber si aquel perfume provenía de ella o si es el viento que cambió de dirección atrayendo el olor de una plantación de rosas cercana.
La extraña sensación me abandonó tan súbitamente como apareció. Ahora puedo despegar mis ojos de la pluma y utilizarlos para dirigirle la mirada a quien me habla.
Justo por arriba de mi cabeza, en la copa del árbol que donaba su sombra para protegerme del sol, se hallaba una majestuosa criatura.
—Lo que tienes ahí es mío.
Un ser humano. Una mujer alada. Un ángel. Me sonreía desde arriba demostrando una alegría maternal en su rostro. De hecho, en ese momento me sentí en paz y mi pecho se llenó de una sobrecogedora tibieza. No la conocía, ni en mi imaginación pudo caber una belleza tan abrupta, pero aún así algo muy dentro mío me decía que la conozco desde hace mucho tiempo. Y algo más adentro mío me afirmaba que no era real.
—No eres real— Lo más probable es que mi miedo a haberme vuelto loco me haya hecho saludarla de esa manera.
—Lo soy para ti. Eso me es suficiente.
Bien. Acabo de asustarme. Es impresionante el miedo que podemos llegar a tenernos a nosotros mismos. Te sorprenderías si lo descubrieras. Pero dudo del poder de la mente en esta ocasión. Mis dedos están acariciando la pluma, una parte del ángel. Los diminutos cabellos me rozan los dedos y me hacen cosquillas. Pero por otro lado, la lógica, la ciencia, la razón, la biología, la genética y mi conocimiento básico de los seres vivos habitantes del planeta tierra me dicen que los ángeles no existen.
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Compañia
FantasyEra un día como cualquier otro pero de alguna forma se sentía incómodo. Una extraña sensación le inundaba el pecho y salió al patio para tomar aire y tratar de descubrir que era lo que lo tenía tan nervioso y alerta. De alguna manera su cuerpo le a...