14 de Septiembre

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La dejé marchar

Y la dejé marchar,
aún sabiendo que no volvería jamás,
que me tocaba olvidar.

Y ella estaba allí,
alegre como siempre,
algo sonrojada y siendo amable con la gente.

Y yo estaba cuerdo,
y una soga en el cuello se me ató sin piedad,
ya no sabía que decir ni cómo hablar.

Y me quede mudo,
al ver esos ojos negros que me decían rómpela,
esa soga que te aprieta y echa a volar.

Y entonces lo supe,
ella merecía lo que no la podía dar,
es por eso que la dejé marchar.

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