—Ella, ella... es muy. Imp. Imp...
—Importante.
—Eso, justo eso quería decir. Me, me... sirves otro —respondió moviendo el vaso de whisky a la altura del rostro, varios cubos de hielo resonaron dentro del vaso—. Sabes, que sería genial, hombre, un botón de retro... ya sabes, algo así como poder devolver el tiempo atrás.
—Te refieres a un botón de retroceso —respondió un chico detrás de una barra.
—Eso, si, justo eso... Así ella no sabría nada de quien soy realmente… y sería ella de nuevo… y sería ella de nuevo conmigo. Recuerda… me paten patentar esa idea.
******
París- Francia
Suite del Hotel Prince Galles, un día después.
—Solo digo que una mujer necesita su zapatos, así como el aire es vital para sobrevivir —alegó Edwards con un semblante diplomático mientras llevaban a cabo una acalorada partida de ajedrez—. Y tal vez puede que sean su zapatos favoritos. Acaso no te parece una tragedia saber que un par de zapatos perfectos, están condenados a estar separados.
—Ya no estoy seguro si aún hablamos de los zapatos —repuso Ashton temiendo que Edwards saliera con una absurda idea.
—Sabes que, mi buen amigo. ¡Se me ha ocurrido una muy brillante idea! —exclamó poniéndose de pie de un salto y derrumbando las fichas del tablero.
—No —contestó Ashton con un tono de voz seco.
Él se negaba rotundamente siquiera a escuchar las ideas de Edwards.
—¡Oh vamos, tan solo escúchame!
—Y luego cuando lo escuché, ¿qué pasará? ¿Acaso tendrás un plan alterno para cuándo me niegue?
—¿Quién... yo? ¿Cómo crees...? —inquirió dejando salir varias carcajadas de gracia, en cambio a Ashton su risa despreocupada le irritaba.
—He tolerado demasiado y debo añadir que su momento de ser rebelde, odiar al mundo y al trono, pasó. Ya no es más un adolescente. Por favor, se lo pido, recapacite.
—Con respecto a eso, deberías llamar a su Majestad —indicó resaltando el sarcasmo en sus palabras—, y comunicarle que no estaré presente para la inauguración del nuevo hospital.
—Eso no pasará. Le prometí a su Majestad la reina que llevaría al príncipe su hijo hasta allá, cueste lo que cueste. Nunca le especifique que tendría que ser voluntariamente.
—Vamos, no hay necesidad de llegar a esos extremos —contestó con un tono apacible caminando hacia el mini bar—. Y tienes razón, ya no soy un niño, así que puedo tomar mis propias decisiones, y citando a Shakespeare. El destino baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos. Por lo tanto he decidido que viajaremos a Nueva York —añadió convencido y con poco interés en escuchar el sermón que se avecinaba.
—Señor no puede hacer eso, su madre fue muy clara... ¡Aguarde un segundo! —exclamó Ashton interrumpiendo su propio argumentó—. Ya sé lo que pasa aquí.
—¿Si...? —preguntó Edwards empequeñeciendo los ojos, su tono también se sintió confuso.
—¡Oh, diablos! Si es tan obvio, es que como pude no haberlo visto antes —decía poniéndose de pie mientras Edwards se sentaba—. Ha contemplado ese zapato desde ayer y hoy le he visto dibujar unos garabatos...
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La Cenicienta de Queens (Por Editar)
RomanceLucy Andrews es el epítome de la dulzura en el caos de Nueva York, una joven cuya vida transcurre entre el amor inquebrantable por su prometido y la cotidianidad compartida con dos compañeras de piso tan dispares como el día y la noche. En un aparta...