Perseguido en la noche

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A medida que avanzaba, la noche se iba poniendo cada vez más fría y la tormenta parecía no cesar. El frio de la lluvia helada le calaba los huesos pero a pesar de que su cuerpo no paraba de tiritar, continúo deambulando por la ciudad.

Con cada paso que daba, bajaba su guardia y dejaba que los recuerdos de años invadieran su mente, haciendo que su corazón se hundiera de a poco. Se había acostumbrado a anestesiar ese dolor que le provocaba mirar atrás. Con el pasar de los años había aprendido simplemente a bloquear todo recuerdo de quién era y por lo que había pasado, para poder así continuar con su vida, que tanto le había costado. Sin embargo, bastó solo una llamada para que todo aquello que había construido en la sombra de su pasado, durante 15 años, se desmoronara.

Alguien sabía su nombre, su verdadero nombre. Alguien había indagado en su vida y tenía en sus manos el poder para abrir cada herida, que ya habían cicatrizado con el tiempo. Alguien, allí afuera, sabía lo que había pasado durante toda su juventud y llamó para notificárselo, para que anduviera con cuidado en cada paso que daba.

Se sentó en uno de los bancos que había encontrado con esfuerzo, ya que la noche no daba tregua y la luna no alumbraba lo suficiente. ¿Qué debería hacer ahora? se preguntó por enésima vez. ¿Afrontar la realidad y admitir todo lo que sucedió cuando era tan solo una criatura o escapar nuevamente? Se había casado, tenía un empleo que le gustaba, una vida hecha pero la segunda opción era tentadora aunque le asustaba. ¿Era capaz de dejar todo lo que conocía atrás?... ¿Como si nunca hubiera existido? Y de ser así, ¿qué haría después? ¿Vivir de nuevo una farsa?

En ese momento en que los interrogantes prácticamente le agobiaban, se dio cuenta que si afrontaba la realidad y confesaba lo que realmente pasó esa tarde en su hogar, todo sería peor aún; pasaría a estar en un peligro mayor. Correría riesgo no solo su vida sino también la de su pareja y la de sus amigos. Los pocos seres queridos que tenía a su lado estarían en peligro. Cerró sus puños fuertemente hasta que sus nudillos quedaron blancos, ahogando un grito de enojo y rabia pura, se levantó de donde estaba y emprendió el camino de vuelta a su casa.

De repente, un sonido ensordecedor le taladró el cerebro, la alarma de varios autos había comenzado a sonar y se hacía insoportable tolerarlas. Continuó caminando hasta que observó una sombra a lo lejos, que al parecer hacía ya varios metros estaba siguiendo su paso, y de repente su respiración se detuvo. Sabían dónde estaba, pensó. Aceleró el ritmo al mismo tiempo que una ventisca levantó la tierra del suelo dificultando su vista. La persona que lo seguía continuó avanzando con paso firme y con algo que brillaba en su mano. Un arma, dedujo.

Su respiración estaba agitada, prácticamente corría hacia la oscuridad ya que no encontraba una calle más iluminada donde pudiera encontrar refugio. Aun podía escuchar el ruido agudo de las alarmas a lo lejos y ese era el único sonido además de sus pasos. Se detuvo en seco, no había nadie en todo el radio, y finalmente suspiró con alivio. Sin embargo, esa tranquilidad duró tan solo un segundo, cuando el motor de un auto rugió y sin intención de detenerse avanzó hacia su dirección.

Son las ocho de la mañana, la temperatura es de 10° y se encuentran pronosticadas fuertes tormentas. A continuación escucharemos cómo se encuentra el tránsito en la ciudad.

Al escuchar el informe que provenía de la radio, abrió los ojos de par en par. Le faltaba el aire y su pecho subía y bajaba sin parar. Trató de calmarse y situarse en tiempo-espacio, cuando lo logró, percibió la alarma de los autos en la lejanía. Le llevó tan solo unos minutos darse cuenta que había sido todo un mal sueño.

Sin titubear rozo el hombro de su pareja para que despertara, cuando lo hizo, sin despegar la vista del techo susurró: Tenemos que hablar. 

Perseguido en la nocheWhere stories live. Discover now