Capítulo único

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En cada pueblo existe esa casa antigua a la cual todos los niños tienen prohibido incluso cruzar por el frente, y donde Peter vivía no era la excepción. Sin embargo, desde que aquel lugar llamó su atención –es decir, desde que tuvo uso de razón- siempre la vio y admiró a la lejanía. Aunque parecía a punto de caerse a pedazos con la próxima tormenta, aquella enorme casona siempre se las había arreglado para sobreponerse a todas y cada una de ellas. Por esa razón es que pensaba que si alguna vez alguien la adquiría, debería ser una persona igual o todavía más fuerte que esa casa.

Había vuelto a pensar en eso cuando despertó de un sobresalto frente al pequeño arroyo en los terrenos más alejados de la casa. No había ningún tipo de cerca que los delimitara del resto del territorio, por lo que se había convertido en un espacio de recreación para los jóvenes del lugar, sobre todo en verano. Sin embargo, Peter siempre se refugiaba en un sector más alto del curso del agua, lugar desde el cual podía ver parte de la casa. Una de las tantas tardes en que se dirigía allí a leer alguno de los libros que tomaba prestado de la biblioteca del pueblo, un sonido cerca suyo lo despertó de golpe. Cuando abrió los ojos no había rayo de sol que le impidiera ver con claridad aun cuando el día estaba soleado. En cambio vio ramas de árboles que tras ser levantadas en el aire se disponían a estrellarse sobre su cuerpo. Una. Luego, dos. Tres veces. Dejó de contar cuando trató de cubrirse el rostro de los múltiples golpes que estaba recibiendo. Su diafragma se contraía abruptamente. No quería que nadie lo viera llorar. Ya suficiente problema tenía con ser el único huérfano en el pueblo y con cargar con una maldición que parecía que nunca lo dejaría.

—¿Esa es la forma en que tratan a sus vecinos?

Una voz que no parecía provenir de aquel grupo llamó la atención de los presentes. Incluso la de Peter, quien descubrió su rostro lentamente, con miedo, para ver a aquel desconocido.

—¿Y tú quién eres, viejo? —preguntó uno de los chicos del grupo dirigiéndose al desconocido quien agarró el extremo contrario de la rama que tenía en sus manos para romperla como si fuera una fina hoja de papel.

—Yo soy el nuevo dueño de estas tierras, y hasta que esté dispuesto el cerco, espero no volver a verlos por aquí, muchachitos.

Su mirada fría, su forma de hablar, ocasionó algo en aquel grupo que los hizo volver sobre sus pasos con rapidez. Peter trató de hacer lo mismo, pero el costado derecho de su cuerpo le dolía sobremanera, por lo que le costó un poco sentarse.

—Lo siento mucho, señor —le dijo al hombre que se acercó a agarrar el libro que estaba leyendo para ver la portada.

—¿Por dónde vas?

—¿Eh?

—El libro.

—Apenas empecé el segundo capítulo.

—¿Y?

—Es algo aburrido.

—Te aseguro que a partir del quinto, no podrás parar hasta llegar al final —le dijo el hombre, extendiéndole el objeto que el muchacho agarró. Sus facciones eran duras, el vello facial lo decoraba y las canas que apenas se asomaban eran como estrellas en medio de la noche. Su cabello estaba perfectamente peinado hacia un costado. Había algo en su mirada. Algo que pareció hipnotizarlo. Cuando curvó sus labios hacia arriba sintió que se había quedado sin aire—. ¿Te encuentras bien?

—Creo que me golpearon duro esta vez —reconoció Peter, sin despegar su mano izquierda del lado contrario de su cuerpo.

—Déjame ayudarte —le dijo el desconocido, arrodillándose luego a su lado. El hombre pasó uno de sus brazos por detrás de la espalda de Peter y lo ayudó a incorporarse—. Vamos a mi casa, allí podré tratar esas heridas.

[Oneshot] Please, Break Me; Please, Love Me (Starker)Where stories live. Discover now