Soy un ninja, pero quiero amar. (One-shot)

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El Festival de Primavera era un día especial para todos los miembros del Clan Kitsune; los ciudadanos daban siempre lo mejor de sí mismos preparando objetos hechos a mano, construyendo puestos de comida, e incluso, ensayando actuaciones musicales o teatrales tradiciones.

Pero aquel año la emoción era más palpable que nunca. Después de todo, no solo se celebraba que las flores de cerezo iban a empezar a florecer, sino también el fin de la guerra entre clanes que había durado más de diez años.

Si todo iba bien, cientos de personas de los clanes Tora, Ryū y Ookami irían al festival. Además, y para colocar la guinda al pastel, el líder del Clan Kitsune y su familia se presentarían a la celebración tras seis años sin dar señales de vida.

Aquel día tenía todas las papeletas para ser de los más memorables en la historia del clan. Y, desde luego, Kariya no se lo iba a perder por nada del mundo.

**********

Había conseguido escaparse del refugio. No había sido muy difícil en realidad, aquel día les tocaba un ejercicio de carrera por el bosque, solo había tenido que quedarse un poco atrás y huir entre los árboles y la maleza antes de que nadie le echase en falta.

Tras salir del bosque e internarse por las callejuelas debía adoptar de nuevo su forma humana, ya que en plena ciudad nadie usaba su forma de animal: era poco práctica y completamente innecesaria, y si él iba paseándose por ahí como un zorro solo conseguiría llamar la atención y que sus maestros le encontrasen demasiado pronto. Pero tampoco podía estar desnudo y desarmado, hacerlo sería como colgarse un cartel que pusiese «víctima indefensa aquí».

Tras pensárselo durante un rato, decidió seguir como animal un poco más.

Miró hacia arriba, hacia los balcones de las casas. Con suerte podría robar algo de ropa que estuviese tendida o, incluso, colarse en alguna casa para ello.

Con un ágil salto consiguió llegar al alfeizar de una ventana y agarrarse, tras eso empezó a impulsarse con las paredes hasta llegar a uno de los balcones más cercanos. Una vez allí observó el tendedero, comprobando si había ropa que pudiese servirle. No hubo suerte, así que tuvo que repetir la operación varias veces hasta que por fin encontró algo útil: un sencillo yukata con la parte superior del color del vino y la inferior de color blanco —que además tenía el obi ya colocado—, y un par de getas.

Sin dudarlo dos veces se transformó en humano y se puso la ropa. Aunque no pudo evitar fruncir el ceño al ponerse las zapatillas de madera; si tenía que echar a correr o defenderse podían ser un problema. Pero si sabía camuflarse bien entre la multitud —con un poco de suerte— no tendría que verse en la necesidad de ello.

Una vez acabó de vestirse, repitió lo que había hecho para llegar hasta allí pero a la inversa, con una agilidad igual de fascinante. Pero, cuando estaba a punto de volver a apoyar los pies en el suelo, un grito le sobresaltó. Una mujer de avanzada edad le observaba desde el interior de la ventana, paralizada de la sorpresa de verle allí. Aunque no tardó mucho en reaccionar:

— ¡Ladrón! ¡Socorro, hay un ladrón intentando entrar en mi casa!

Como una exhalación, Kariya se soltó del alfeizar y aterrizó elegantemente en el suelo, haciendo un agradable "tac" con los zapatos, y aceleró el paso intentando llegar cuanto antes al núcleo de actividad de la ciudad, dónde podría fácilmente perder el rastro a sus posibles nuevos perseguidores camuflándose entre la multitud.

Tras un rato caminando, empezó a deslumbrar el final de aquel callejón oscuro, apretado y maloliente. Con un ligero trote se apresuró a salir de aquel lugar, siendo recibido por una explosión de luz y colorido.

Soy un ninja, pero quiero amar. (One-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora