Dominik I

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Dicen que cada persona es lo que es y alcanza lo que está a destinado a lograr, pero me pregunto si esto será todo lo que lograré. Vivir con mi esposa hasta ancianos, tal y como lo hacen mis padres, nuestros hijos teniendo más hijos y poblando este mundo para seguir los pasos ya marcados, así como lo hago yo, mi padre y su padre. Un leñador, hijo de leñador.

¿No hay nada más allá en este extenso mundo que dé un sentido real a nuestras vidas?

Me niego a creer que esto será todo, que no sentiré mi corazón latir y azorarse una vez más. Ya poco recuerdo esa sensación, mis recuerdos se ha reducido a nada, sólo conservo esa sensación de anhelo cuando despierto luego de algún extraño sueño, como si en realidad hubiese pasado, como si fuera real esa necesidad de correr hacia algo... hacia alguien.

Esa sensación me perturba y estas últimas tres semanas se han hecho más recurrentes, como si intentara decirme algo que en realidad ignoro. Aprieta mi pecho hasta hacerlo doler, esa mujer en mis sueños los ocasiona.

Suelto un pesado suspiro antes de mojar mi cabeza con la fría agua y relajar mis absurdos pensamientos. Levanto la mirada hacia la oscuridad de la noche, preparando mi mente para cumplir con mis obligaciones diarias. Dos horas de camino hacia la zona de tala, hacia la que llegaremos en cuanto el sol despunte. Será una larga semana de trabajo, para volver y estar con mi familia siguiendo mi aburrida vida con la mejor actitud.

Amo a mi esposa y a mi hijo, pero siento, muy dentro de mí, que en este mundo debe haber mucho más que esto. Lo sé.

—¿Estás listo? —pregunta mi esposa con su dulce voz.

Me esfuerzo en sonreír, siempre para no preocuparla. Me observa con esa mirada felina que siempre tiene, intuitiva y perspicaz, pero no dice nada, siempre manteniendo una posición sumisa hacia mí. Baja su mirada un poco avergonzada, sólo un poco, y toco su mentón para que me mire.

—Lo estoy —contesto antes de besar sus labios.

Mi pecho se aprieta, con ansiedad y desasosiego, por tener que dejarlo, pero es necesario. El frío del invierno está muy acerca y tengo que mantener a mi familia y a nuestros animales calientes y bien alimentados. La responsabilidad de un hombre siempre es primero que él mismo.

Tomo mi hacha, mi bolso con pan y carne, mi cantimplora y mi sombrero. Camino hacia la entrada de mi casa seguido de mi esposa y mi hijo que esperan despedirse. Nunca había sido tan difícil abrir esta puerta para dejarlos solo durante dos semanas. Lo miro y suspiro al ver las lágrimas de siempre en el rostro de mi Rebecca. Ella jamás dejará de preocuparse, así lleve haciendo esto toda mi vida. La abrazo con fuerza y beso lo alto de su cabeza.

—Regresa a nosotros —dice ella.

—Siempre —respondo, y asiente abrazándome con más fuerza.

Escucho a lo lejos aullidos de lobos y frunzo el ceño. En los últimos meses hemos tenido muchos problemas con esos animales del demonio. Siempre acechando nuestros animales y a las personas de los alrededores. Han desaparecido dos personas gracias a esos seres del infierno y los pueblerinos se empiezan a preocupar. Yo no puedo estar más alerta, el vivir a las afueras del pueblo nos deja a merced de esas bestias.

Nunca antes habían muerto personas, sólo los animales, pero ahora las cosas han cambiado y ahora me debato entre tener lo suficiente para no morir de hambre, o dejarlos expuestos a esos animales.

Aprieto mis puños con fuerza y me agacho al nivel de mi hijo de nueve años. Pongo una mano sobre su cabeza y sonrío, intentando transmitirle confianza. Alboroto su pelo negro y ríe mientras trata de apartar mi mano.

Susurros A La Luna (One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora