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p a p e l

Las tardes en la cafetería de la abuela Lee eran mi refugio.  En ese rincón, entre el aroma a café recién hecho y el murmullo de las conversaciones,  yo  podía ser yo misma.  No necesitaba fingir,  no necesitaba disculparme por mi  "condición".  Aquí,  podía sentir el mundo  en tonos grises,  en texturas y aromas,  y eso era suficiente.

Mis dedos recorrían las letras en braille de mi libro.  Las palabras,  frías y puntiagudas bajo mis yemas,  me transportaban a mundos mágicos que solo yo podía ver.  Y no necesitaba verlos con los ojos,  los veía con la mente,  los sentía con el corazón.

Un golpe brusco me sacó de mi lectura.  Una risotada estridente se apoderó del local,  seguido de un sonido de vasos rompiéndose y un murmullo de quejas.  Fruncí el ceño.  Conocía esa risa,  la risa de los que se burlaban,  los que se sentían superiores.

No podía verlos,  pero podía sentirlos.  Los podía oír,  y eso era suficiente para saber quiénes eran.

Un silbido agudo me obligó a levantar la cabeza.  Una sombra se cernía sobre mí,  bloqueando la luz tenue de la cafetería.  Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

—  ¿Te importaría un poco mover tu culo, cieguita?

Era él.  El chico que todos temían,  el chico que todos evitaban.  Y ahora, estaba frente a mí,  mirándome con desdén.

¿Qué podía hacer una chica ciega contra un chico como él?

— Namkyung, aún no has terminado la tarea — la voz de mi madre me devolvió a la realidad.  No me había dado cuenta de que  había regresado.

— Necesito que termines la tarea, cariño — insistió.

— Si te soy honesta... no entendí nada.  La abuela Lee no sabe leer bien. Ella me confunde.

— No quiero pretextos Namkyung.  Iré al centro por algunas cosas para la cafetería, por favor te pido que termines tus tareas, cuando llegue voy a revisar cada una de ellas.

— Pero mamá.

Ella solo me dió un beso en la frente.  Como si eso solucionará mis problemas con la física.

— Te veo alrato cariño. Tu abuela estará aquí, pero te pido que te concentres.

Y pronto escuché como la campanita de la puerta sonaba.  Mi madre había salido.  Tomé mi braille y comencé,  realmente no deseaba hacerlo porque cada vez que pensaba en fórmulas mi cabeza dolía con intensidad.

Sabía que mi madre había dicho que terminara mis deberes, pero eso no era lo que yo quería.  Me gustaba dibujar las cosas que aún podía recordar,  amaba sentir esa sensación en el papel,  los trazos.  Tomé algunas cosas de mi estuche y las hojas blancas a mi izquierda.

Tenía tantas ganas de dibujar algo bello,  pero por alguna razón no sabía qué dibujar.  Pensé en un conejo,  pues me salían bien a excepción de los dientes o quizás un caballo,  pero era mala dibujando sus ojos.  En sí tenía las ganas de hacer algo,  pero no tenía el talento en ese momento.

— ¿Por qué hemos venido aquí? — cuando sonó la campana de la puerta pensé que mi madre había vuelto,  así que no demore en tomar mi braille y comence a escribir lo que sea que me viniera la mente.  Pero cuando escuché la voz del chico mis sentidos se relajaron y solo pude prestar atención a su voz,  pues no era como si en este local vinieran muchas personas, es más era raro que lo hicieran y eso que mi abuela hacía las mejores donas de todo el condominio.

— Solo quería hablar contigo — dijo otro chico.

Al parecer ambos amaban la cero discreción.  Sus voces llegaban a mi distancia.

—  bufo —  ¿Para qué? No hay razón para hablar.  Dije lo que tenía que decir.  Tu hermana no me gusta y mucho menos me interesa.

— Es que... Jimin... —  su voz tembló y ambos fueron a otro lugar a conversar.

Apreté mis labios disgustada.

【Discapacidad】➳Pjm Completa √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora