Level 1: "A brave new world"

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El día que la mitad de la ciudad se intoxicó con el escape del gas lisérgico, yo estaba re contra fumada en casa. Me había servido un vino en una copa, y me disponía a entrar a Instagram a ver historias, cuando afuera escuché a un hombre gritando que una turba de choriplaneros lo estaba queriendo asesinar. Salí por la ventana con el celular, decidida a captar eso en una historia digna de varios likes y respuestas, pero el tipo había desaparecido doblando la esquina.

Me prendí otro porro, mientras miraba por la ventana. Entonces un viejo desnudo se paró en la esquina, gritando que le habían robado todo. Me dio cierta ternura y pena a la vez verlo ahí, pálido y arrugado, como una pasa de uva, con el frío que estaba haciendo. La pija le sobresalía apenas como un bultito entre los pelos de la ingle. "Todo se robaron, todo", siguió gritando y me sentí un poco culpable por no ayudarlo. Entonces me llamó Justina:

—Boluda, estoy en lo de mamá, ¿escuchaste lo del gas? —me dijo.

Asumí que se refería a la factura del gas que descansaba hacía un mes arriba de la mesa, y que era el motivo por el cuál yo había hecho doble turno y laburado como 12 horas por día.

—Sí, ya te dije que la voy a ir a pagar la semana que viene, me da paja ir al Rapipago ahora, hay demasiada fila.

Se escuchó un ruido raro del otro lado. Yo quería evitar el tema, así que hablé de otra cosa:

—Escúchame nena, ¿vamos a salir hoy? Vayamos a comer un pancho al menos, quiero salir--

—¡No nena! NO SALGAS —dijo—. La gente se volvió loca, ¡ESTÁN TODOS DEL OJET---

Hubo un bip, y el celular se apagó: me había quedado sin batería.

Fui hasta el cuarto y saqué del cajón de la mesa de luz el cargador, lo enchufé y lo volví a prender. Busqué el contacto de Jus, pero también me había quedado sin saldo.

Fui a la computadora: tampoco había internet. Afuera se escuchaban más gritos, autos que arrancaban arando, explosiones y hasta disparos. Parecía una guerra, y yo encima estaba re fumada. Me quedé en la ventana otro rato, intentando sacarle una pitada a la tuca. Justo ahí se cortó la electricidad, y me quedé sin computadora.

¿Qué iba a hacer? Me puse ansiosa. Me pareció que quedarme sola era una mala idea, ¿no? Sí, malísimo, no daba. Yo, sola, fumada y sin electricidad con un montón de enfermos corriendo y matándose entre sí en las calles. El celular estaba muerto. Justina estaba en lo de su madre, a unas diez cuadras. Decidí que lo mejor era ir para allá.

Busqué en la cocina: teníamos tres cuchillos serrucho y nada más. Agarré uno y después revisando otro cajón encontré un palo de amasar. Después fui al cuarto de Jus y una campera inmensa que se había olvidado su hermano hace muchísimo: era color verde aceituna y tenía la capucha con peluchito.

Salí de casa con el palo de amasar en una mano, los tres cuchillos distribuidos por el cuerpo -tobillo, cintura y bolsillo de la campera-, y el mp3 que usaba siempre que salía a caminar. También me había atado un pañuelo en la cara, para evitar inhalar el gas.

Apocalipsis Lisergic TurbaWhere stories live. Discover now