Carta #2

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Hola, tú.

Esta carta de la escribo mientras estoy en clases, mi profesor es muy aburrido.

Le estuve dando muchas vueltas al pasado y me di cuenta que realmente no tenemos muchos recuerdos, pero de los pocos que hay, los más importantes son de aquel primer semestre de la preparatoria, por allá del 2011.

Tengo todo tan fresco en mi memoria como si fuera ayer.

Siempre he sido una chica grande y con esto me refiero a que soy gorda (pero digamos rellena para sentirme menos mal). Mis piernas son muy gruesas y mis brazos también, por eso odio los vestidos. Además de que estoy lejos del vientre plano y mis senos son exageradamente grandes debido al sobrepeso.

El punto es que, cuando entré a la preparatoria, yo me sentía muy mal conmigo misma. Mi autoestima estaba por el suelo; había chicas tan hermosas, todas altas, delgadas, y al final estaba yo, con mis ojos chiquitos y lentes cuadrados.

Además, acababa de salir de la secundaria, donde sólo tenía dos amigas, Isabel y Norma. A Isabel la conocí en primer año, era y es mi mejor amiga. Norma se nos unió en tercero.

El problema fue cuando Isabel me dijo que estaría en otro salón. Aún recuerdo el miedo que me invadió, yo no era nada sociable, no conocía a nadie, ¿qué sería de mí? Le hice prometer a Isabel, egoístamente, que nunca me dejaría sola y comería conmigo en los recesos. Ella me dijo que sí, que seríamos amigas por siempre (sé que nunca te agradó Isabel, pero eso también fue mi culpa, creo).

Te confieso que cuando supe que me asignaron al salón D, tenía miedo, muchísimo, sobre todo los primeros días, cuando vi que casi todos ya tenían sus grupitos. Entré en un estado de pánico, pensé que yo no lograría pertenecer a ninguno. Así me sentí durante las primeras dos semanas, hasta que, gracias a Alma, tu amiga, quien me empezó a ser plática durante los cursos de inducción, que te conocí.

Tú sólo le hablabas a ella. No recuerdo bien cuando empezamos a hablar, pero sí tengo en claro una de las primeras conversaciones que tuvimos.

Estábamos todos sentados en círculo, nos habían pedido que eligiéramos en qué club queríamos estar. Yo no sabía cuál elegir, me sentía desorientada, así que empecé a preguntarle a todos.

Recuerdo que me giré hacia ti, estabas platicando con alguien y simplemente te pregunté:

—Oye, ¿tú qué club elegirás?

Me miraste fijamente unos segundos, después te encogiste de hombros y sonreíste.

—Basquetbol —dijiste simplemente.

No sé por qué tengo ese momento tan presente. Pero para mí, fue ahí cuando te conocí, jamás pensé que te convertirías en lo que te convertiste.

Ni que yo me volvería lo que me volví.

Si te soy sincera, a veces me pierdo mucho en el pasado. Es como si mi cerebro estuviera atascado en aquellos lindos momentos. Suelo sonreír como tonta cuando me acuerdo de todo lo que pasamos.

Me hiciste sentir mariposas en el estómago por primera vez. Me hiciste querer estar contigo siempre. Jamás había experimentado algo así. Me sentía la quinceañera más torpe del universo, ¿pero sabes qué? Era feliz.

Me hacías inmensamente feliz.

Fue tan poco el tiempo que fuimos tú y yo, pero esos dos meses significaron tanto para mí, porque nuestra amistad era fuerte. Incluso aunque me usaste como reemplazo. Incluso aunque yo te usé de reemplazo.

Esos pocos meses me marcaron tanto que hasta la fecha no puedo superarte. Soy una tonta, ¿no lo crees? Sin embargo, hiciste tantas cosas por mí, tuviste tantos detalles, que fue difícil no enamorarme de ti.

Sé que todo lo hiciste porque era tu amiga.

SI pudiera regresar el tiempo, hubiera evitado todo aquello, porque así me hubiera ahorrado todo el sufrimiento posterior.

Me arrepiento de haberte conocido y me arrepiento por quererte.

Te metiste tan adentro de mi corazón que aún ahora, siete años después, sigo sin poder sacarte del todo.

Con amor, xxxx.

Cartas a un amor no correspondidoWhere stories live. Discover now