Chronicles: La historia de Dante.

Preludio

Dante corría por el bosque frenéticamente mientras era perseguido por una manada de lobos furiosos y hambrientos. La brisa iba en su contra haciendo que su cabello se ondeara y le tapara la vista. El carcaj de flechas que llevaba en la espalda sostenido por correas apenas tenía una flecha la cual Dante guardaba con suma cautela, pues como no, era una "flecha llameante De Skycilia". Magia oscura y poderosa que solo los más experimentados guerreros lograban dominar y utilizar para impregnar sus objetos con poderes adicionales. Hace años Dante la había robado del puesto de un mercader y la había atesorado hasta aquel día.

Dante era un "Humano" de apariencia joven, de cara perfilada, ojos rasgados y negros, cabello rojizo arriba y negro de los lados, normalmente llevaba una capucha negra cubriéndole la cara pero con el viento y las ramas de los arboles esta se le había movido hacia atrás dejando descubierta todo su rostro. Su atuendo oscuro era muy sencillo, como el de cualquier guerrero que se preocupe por la velocidad; un suéter oscuro junto a un peto ligero de cuero negro, pantalones anchos de tela marrón y botas marrones de cuero con placas de metal en la parte delantera; como espinilleras, brazaletes plateados y guantes grises.

El Bosque De Ircil era una ubicación bastante oscura y sombría, donde apenas si entraba los rayos solares y la vida silvestre era casi nula. El lugar menos preferible para ser perseguido por semejantes bestias como lo eran los Lobos Blancos De Argina; Gigantes sabueso que perseguían a sus presas en manadas, sus garras median diez centímetros y sus colmillos cortaban como navajas suizas.

Dante se llevo la mano a la cintura; específicamente al cinturón de cuero que tenía varios bolcitos abrochados a él. Abrió uno de los compartimentos mientras saltaba sobre un tronco y evitaba varios árboles. Metió sus dedos en el empaque de tela negra y comenzó a hurgar buscando cuchillo arrojadizos pero recordó que se los habían arrebatado.

— ­ ¡mierda!—.­ exclamo exasperado mientras se arrastraba por una pequeña pendiente repleta de hojas secas y tierra.

Se puso de pies y siguió corriendo, pues los lobos estaban cada vez más cerca de él. Una gota de agua choco contra el tabique del joven humano y en su rostro se dibujo una expresión frustrada y un suspiro salió de él mientras volvía los ojos blancos. La lluvia en Ircil hacia que las personas se ralentizaran pero también les brindaban grandes beneficios, como resistencia mejorada y aumento de mana.

La carrera de Dante continúo unos cincuenta metros pero llegado un momento, la lluvia comenzó a caer en gran cantidad desde el cielo que apenas si se veía por culpa de los numerosos árboles.

Las hojas ennegrecidas de los arboles comenzaron a billar gracias al fluido que emanaba del cielo y el cabello rojizo y rebelde de Dante le tapaba la visión pues caía sobre su rostro blanco. Y sabiendo que todas las condiciones estaban en su contra, Dante decidió hacerle frente a las fieras que lo perseguían deseosas por probar su carne joven y tierna.

El chico se freno bruscamente y giro en dirección a las bestias. El entorno no parecía haber cambiado en absoluto pues seguía siendo el mismo bosque oscuro y deprimente de siempre, cada árbol era igual al anterior y solo se podían contar unos diez que permanecían a la vista mientras los demás desaparecían tras una espesa sombra tenebrosa que solo se desvanecía a medida que las personas se acercaban a ella.

Los lobos todavía no habían aparecido frente a Dante pero este aun así los esperaba ansioso y nervioso al mismo tiempo. Se cubrió la cara con la capucha y con la mano izquierda desenvaino una espada que llevaba en la espalda. La hoja plateada no brillaba y se encontraba repleta de grietas y rasguños.

— ­ ¿porque le hice caso a Ben?­ se pregunto a sí mismo en tono molesto.

Con una floritura llevo la espada frente a sí y la sostuvo con ambas manos en posición defensiva.