Flores entre páginas

Prólogo

El viento otoñal acariciaba mi rostro y avanzaba con paso firme por las calles de mi pequeña ciudad, pisando las hojas caídas. Tenía la cara helada y llevaba las manos en los bolsillos, una de ellas aferrada a mi teléfono móvil.

Tenía ganas de llegar a casa y poder olvidar lo que acababa de pasar. En realidad, tenía ganas de eliminar de mi mente todo recuerdo relacionado con Pedro. Sabía que iba a ser difícil, porque prácticamente toda mi vida la había pasado al lado de aquel chico, desde la más tierna infancia. Pero sentía una especie de decepción, y no por él, si no por mí misma. Que estúpida había sido.

Podía ver a lo lejos mi casa, pintada de amarillo en aquel barrio gris, con tiestos llenos de flores decorando las ventanas y la mujer más maravillosa del mundo esperándome dentro. Seguro que estaba preocupada, ya eran las once y se suponía que debería estar en casa dos horas antes. Era consciente de que mi abuela no estaba para sustos, pero ya le daría una explicación que le pareciese razonable. Bastante hacía con hacerse cargo de mi madre y de mí, aunque mamá ya era mayorcita.

Entré en casa sin timbrar, y abrí la puerta con mis llaves. Cuando entré, la luz del pasillo estaba apagada y solo escuché silencio. Fui avanzando y vislumbré un haz de luz procedente de la cocina. Sentada a la mesa, con cara de cansancio, me estaba esperando.

-Abuela hoy no ceno, y siento el retraso pero es que la madre de Pedro, ya sabes como es... No me dejó irme de su casa sin comer algo y bueno- dije de corrillo.

-No pasa nada- contestó con voz calmada-. Me suponía algo así.

Sonreí y la abracé por la espalda, le di un beso y las buenas noches. Subí a mi habitación y tiré la mochila a un lado. Me puse el pijama y me tumbé en la cama, mirando al techo sin la más mínima intención de quedarme dormida. Todavía no asimilaba todo lo que había pasado.