Di que eres mio

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No hay nada más relajante que un caliente baño de burbuja a la media noche.

Una suave copa de vino del 86, acompañado de unos pequeños cuadros de queso y unas fresas frescas cortadas y servidas sobre una bandeja de plata.

Mientras la música de aquel clásico jazz tocaba en su viejo tocadiscos.

Una melodía con un ritmo pegajoso que le hacía tararear mientras escuchaba los gritos de fondo.

Su amado esposo sí que estaba ocupado esa noche.

Pero el solo necesita gritar y...

-me llamaste Darling-

-podrías tallar mi espalda mi amor, no quiero moverme-

-lo que ordenes mí amado omega-

Eddie Gluskin un psicópata al que había encontrado vagando en las calles de New York hace solo 7años.

El pobre chico era apenas mejor que el por 10 años, pero eso no le había impedido cometer su primer asesinato.

Los periódicos la describieron como Laura Simmons.

Eddie la llamo una puta con un coño fácil.

Una perra vulgar que se entregaría a cualquier chico de su clase.

Quizás fue su tono o su sonrisa malvada.

Pero algo en ese joven le gusto.

Aun cuando llovía y el joven estaba empapado, subió a Eddie a su auto, el parecía idolatrarlo con la mirada.

Parecía tan dispuesto a hacer cualquier cosa por él.

-Eddie háblame de ti-

-tengo 19 años, hasta hace una semana vivía con mi madre pero ella....-

Una caricia sobre su mejilla y el joven se arrojó contra sus brazos, le miro con ese brillo tan encantador.

A sus 29 años jamás había sentido algo así.

Era obvio que el chico era un alfa, podía olerlo.

Pero él no era un omega común y corriente.

Había ganado su fortuna con engaños y uno que otro trabajo sucio.

Y aun así jamás había visto un alfa de esta clase.

Eddie era algo curioso.

Podía ser el ser más dulce y atento.

O el ser más peligroso y asesino.

Un arma de doble filo dirían algunos.

Pero él era lo suficientemente masoquista para excitarse con ello.

-me encanta tu piel Darling-

-tócame más Eddie....solo tú puedes hacerlo-

El alfa ronroneo ante ello.

Era tan fácil de manipular.

Las palabras eran sencillas, pero había otros trucos.

-Eddie, encárgate de esos idiotas, su ruido perturba mi baño-

Eddie sonrió, beso sus labios y tomo el cuchillo de plata que Waylon había mandado hacer para él.

Una baratija sencilla, posiblemente le costó unos miles de dólares.

Pero tenía él suficiente dinero para derrocharlo en aquel alfa.

Mientras no le aburriera y siguiera siendo útil.

Mio por la eternindadWhere stories live. Discover now