Gabriela & Lucía

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El piso estaba desolado, hacía ya un tiempo había pasado la hora de la salida y todos sus compañeros habían huido del lugar.

Irse era lo primero que querían cuando llegaban.

¿Cómo culparlos? Pasar gran parte del tiempo, sentado, leyendo y firmando papeles en un cubículo. Nunca había sido su sueño de niño. Él había querido ser bombero, salvar vidas, ser intrépido...
La cereza del pastel estaba en su agobiante novia... él la quería, pero...

El teléfono vibró, el tono de la llamada era la conocida y empalagosa canción "Amo" de Axel Fernando. Era su novia. Él estaba seguro de que era el amor de su vida... pero...

— Hola— Contestó.

—¿En dónde estás?—. Fue su saludo.

—Aún en la oficina—. Silencio al otro lado de la línea. Si cerraba los ojos casi podía verla frunciendo el ceño y los labios.

—La hora de salida ya pasó—. Respondió al fin con la voz cargada de reproche.

—Estoy atrasado y... decidí quedarme... lo siento—. Respondió, sin saber bien el porqué de su disculpa.

—No puedo seguir así Emilio—. Ahora ahogaba el llanto y aunque ella no le creyera, a él le dolía—. Estoy cansada de tus mentiras.

Por una vez él empezaba a ser sincero e irónicamente ella no le creía. Él la quería, pero estaba harto del control que le imponía, sí, lo aceptaba, él le mentía, pero sólo para lograr un tiempo para sí mismo. No había otra mujer como ella aseguraba.

—...¿Me escuchas? No estoy dispuesta a tolerarlo.

—Está bien—. Estaba ensimismado, cuanto deseaba que su relación regresara a ser la de antes.

—Te vi mientras salías de la oficina, ella es muy guapa.

—Está bien—. ¿Tenía algun caso negarlo? Siempre habia otra mujer, siempre era culpa de él.

—Terminamos.

—Está bien—. Al instante cayó en la cuenta, aun así fue muy tarde, las palabras habían escapado de su boca—¡Espera!

El sonido intermitente del teléfono fue su única respuesta. Le había colgado.

Quizá fuera lo mejor, aunque doliera, no podía soportarlo más. Sus celos eran cada vez más enfermos y él estaba harto.

—Después de todo las mujeres son así—Dijo en voz alta, y se sintió extraño por ello—, Locas y celosas sin remedio.

—Pero quizá deberia darle otra oportunidad, despues de todo, yo la quiero—. Siguió en voz alta y se sintió estúpido por hacerlo.

Intento seguir escribiendo, pero por encima del ruido de las teclas escuchó otro sonido. Paró de escribir. De pronto la oscuridad del piso le causó pavor.

《Lo mejor será que me vaya》

—Que me vaya y la perdone.

《¡No! Mejor no le hablo, hasta que ella me hable a mi》

—Aunque quizá sólo deberia olvidar todo y llevarle flores.

Era como si no pudiera controlarlo, los pensamientos iban y venían.

Y de pronto la vio, apoyada en la columna, amparada en la oscuridad una figura que proyectaba una sombra alada.

El corazón le latía a toda prisa.

—¡Santo cielo!

—No querido, yo vengo de más abajo—, su voz aterciopelada lo confirmó. Era mujer.

—¡Lucía! ¡Lo has asustado! — Le respondió otra voz a sus espaldas.

Él dio un respingo, era la mujer más bella que habia visto en la vida. Irradiaba una hermosa luz que se fue desvaneciendo en el aire.

¡Tenía alas!

Y parecían tan reales...

—No sé como han entrado aquí pero este es un edificio...

—¿Privado? —, respondió la primera mujer, mientras salía de las sombras.

Llevaba un vestido rojo intenso, con un corte muy alto y un escote que le dejaba poco trabajo a la imaginación.
Sus orejas terminaban en un forma puntiaguada y sus alas eran de un blanco impoluto mucho más grandes que las de la otra mujer.

En medio del miedo, su estúpido cuerpo solo pudo reaccionar con una manera: una erección.

—Tranquilo—, dijo la otra mujer, la que iba de blanco—No te haremos daño. Sólo queremos ayudarte.

—Habla por ti misma—, respondió la de rojo.

La otra le ignoró.

—Amas a tu novia ¿no?

—Sí—.

—Entonces, sólo tienes que decírselo. Es simple.

— No lo es...

—Claro que sí, sólo tienes que acercarte a ella—, dijo mientras se acercaba a la otra mujer—, decirle me encantas y besarla cuando menos se lo espere, ¡en un descuido!

Y en un parpadeo tomó el rostro de la otro, dándole un beso que cualquiera que lo viera se sonrojaria.  Podia ver su lengua buscando la de la otra y entonces su erección se hizo más notoria.  Queria girarse y que no lo vieran, pero no podia dejar de verlas y como en un transe se empezó a acercar.

La de rojo se separó bruscamente y como saliendo de su sorpresa le replicó:

—¡Qué haces Gabriela!

—Sólo le enseñó como tiene que conquistar a su chica.

La otra enfurecida empezó a caminar a las sombras.

—Asegurate de que no hable—, fue lo último que dijo antes de desvanecerse entre las sombras.

—Bien Emilio, prométeme que irás a hablar con tu novia y no le contaras a nadie de esto.

Su vista aún estaba perdida en la oscuridad tratando de encontrar una respuesta lógica a todo.

—Emilio, mirame por favor.

De pronto cayó en la cuenta.

—¿Cómo.... cómo sabes mi nombre?—, tartamuedo.

—Irás en busca de tu novia y le pedirás una disculpa, y no le contaras a nadie de esto.

El empezó a asentir con la cabeza.

—Será nuestro secreto, yo agradeceré mucho tu silencio—. Se llevó el índice a los labios.

Después se despidió con un beso al aire, pero su aliento... su aliento era algo corpóreo y blanquecino, como una niebla espesa.

Y cuando la respiro, solo hubo paz.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora