Cap 3

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Tiempo.
¿Para qué sirve con exactitud?

Las personas suelen decir que el tiempo lo cura todo, que lo dejes todo en manos de él. A mí no me gustaba esa idea. El tiempo no había curado las heridas que aquél fallido amor había causado en mi corazón, el tiempo no se había hecho cargo de nada, por el contrario, me había dejado millones de veces al borde del abismo, necesitando ayuda.

Mercedes Möller, estudiante de Lenguas Extranjeras, 22 años.

No había tenido una vida fácil, sus padres se habían separado desde que estaba muy niña, su padre había tomado la decisión de quedarse con sus hermanos y ella, ya que su madre parecía no haber nacido con ese instinto maternal y se había marchado con el primer hombre que le sonrió. Mercedes no la culpaba, no le guardaba rencor pero tampoco la quería de vuelta en su vida. Su padre por otro lado, era un hombre lleno de valores y amor por sus hijos. Los quería, los quería tanto que había ignorado ese pequeño dolor que sintió en su corazón cuando su pequeña le dijo que era lesbiana. Él lo sabía; siempre lo supo.
Los padres siempre lo saben pero son los últimos en confirmarlo.

Mercedes recordaba con algo de nostalgia aquél día en el que había decido salir del closet. No sabía si era lo correcto, pero estaba tan enamorada de aquella mujer que no le importó su bienestar, solo quería estar con ella, con Eliana. Esa noche, había organizado una cena solo para su padre y ella, había cocinado su comida favorita, y comprado un buen vino. Estuvo toda la velada tratando de encontrar las palabras adecuadas para comunicarle a su padre lo que su corazón quería gritar a gritos. Pero no pudo hacerlo, así que en un arranque de adrenalina se lo dijo. "Papá, yo quería decirle algo"  -su respiración parecía fallar y no podía articular una palabra. Su padre la miró, y lo supo. Al ver aquellos ojos verdes llenos de lágrimas y preocupación su corazón se encogió. "Está bien, meche. Ya lo sé. No pasa nada, seguirás siendo mi hija y te seguiré amando siempre". Mercedes lo había mirado sorprendida, pero con el corazón lleno de paz. No la juzgaba, y eso era más que suficiente. 

Sin quererlo se encontró pensando en Eliana, aquella niña que le había abierto los ojos. Tuvieron una relación de 1 año, Mercedes tenía 17 años para aquél entonces y creía estar muy enamorada -y tal vez sí- pero no duró mucho. Eliana la había engañado con un amigo suyo y se había marchado de Chile.

Tiempo.
Después de 6 años por fin sentía que sus heridas habían cicatrizado. No había vuelto a amar a alguien con la fuerza en la que lo hizo en el pasado, pero quería hacerlo.

Tenía ganas de amar y ser amada.
Amada de verdad, con todo el corazón.

Sus pensamientos en aquella noche en la que se encontraba reflexionando sobre su vida se dirigieron a aquella mujer de cabello negro y labios finos. Barbara, era preciosa y muy misteriosa. Parecía ser seria, casi nunca la veía sonreír y se preguntaba por qué si tenía una sonrisa digna de ser mostrada. Quiso acercarse muchas veces, pero el miedo al rechazo le había ganado la pelea a su valentía. Pensó que si quería conocerla tendría que hablarle, o al menos hacerse notar.

*

Ese día iba con prisa, estaba llegando tarde a clases con el profesor más puntual de  la Facultad y se sentía nerviosa. Tenía sus audífonos puestos y caminaba con prisa, cuando sintió como un cuerpo chocó con el suyo y le golpeó la cabeza.

"Joder, que tengas mas cuidado" -dijo sin poder esconder la rabia que le había producido aquél suceso. "Lo siento, no estaba..." -aquella voz, pensó Mercedes. Alzó la mirada y la vio, Bárbara. Había chocado con Bárbara y sus mejillas se tornaron rojas al recordar como la había tratado. Si tan solo hubiese sabido que era ella... Mercedes pensó que no le importaría chocar mil veces más con Bárbara si eso le permitía el estar cerca a ella.  Estaba tan concentrada que no escuchó cuando la otra mujer le hablaba hasta que la cogió del hombro. "¿Estás bien?, ¿te hice daño?"
-Bárbara la miraba preocupada y algo interesada.
"No, fue mi culpa. Iba distraída". -Quiso sonreírle pero solo pudo bajar la mirada.

La mayor encontró esto interesante, no sabía por qué se comportaba así y le parecía gracioso aquél comportamiento tan infantil que estaba teniendo aquella muchacha. Pero no podía ser descortés, así que quiso presentarse de manera adecuada.

"Bárbara, Bárbara Román" -Le dijo la mayor sonriendole y ofreciéndole la mano como manera de saludo.

"Mercedes Möller, un gusto" -Dijo al fin, tomando aquella mano.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2018 ⏰

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