CAPÍTULO 3

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No dejé de golpear esa pared hasta que alguien me agarró desde atrás para que parara, me alejó, pero yo sentía que tenía que seguir golpeandola hasta que mi odio saliera por completo. En un movimiento rápido me solté y empuje a Hache lejos de mi, mi cara pareció asustar a algunos, estaba completamente roja de ira. Nadie iba a impedir que golpeara a esa pared otra vez así que sin más me di la vuelta y seguí golpeandola como nunca antes, mis nudillos estaban completamente ensangrentados al igual que la pared.

- ¡Basta! -gritó Hache, pero no le di importancia. -¡Natalie detente ahora! -siguió, pero yo no reaccionaba.

Zeta agarró mis brazos y me detuvo. Lo miré tan mal que tuvo que apartar la mirada, luego miré a Hache, estaba furioso pero no más que yo.

- Zeta, atala a la cama y déjala ahí hasta que se tranquilice -dijo Hache

- ¡No! ¡Sueltame! ¡Zeta sueltame ahora mismo! -grité mirando a Hache que me miraba serio.

No ganarás esta pelea tan fácil.

- Zeta. -dijo Hache, al ver que dudaba de la orden que le habia dado. - Atala asi aprenderá la lección, ahí se quedará hasta que yo lo diga -sin decir más se dio la vuelta y se fue, junto con los otros.

Zeta me acercó a la cama y me acostó ahí, tiró de mis manos hasta el respaldo de esta y me ató con una cuerda. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, el odio que guardaba me consumía, necesitaba asistir a alguna carrera.
Aparte esos pensamientos y miré para otro lado.

- Lo siento pequeña -dijo Zeta y luego se fue.

***

Han pasado algunas horas desde lo ocurrido y ya no aguanto más, tengo que liberarme.
Comencé a forsejear pero no conseguí nada, sólo lastimarme las muñecas. No se me ocurría nada asi que me quedé un momento quieta tratando de concentrarme. Cuando me concentro suelo ser muy creativa, inteligente y astuta.

Piensa Natalie, piensa.

Y una idea cayó a mí como por arte de magia. Soy muy buena utilizando los pies, tienen increíble movilidad, casi como las manos.
Me estiré hasta la ventana y la patee con fueza hasta que se rompió el vidrio. Cuando lo logré, con el otro pie me saqué el zapato.

Pies a la obra.

Con sumo cuidado tomé, entre mis dedos, un trozo de vidrio, una una increíble facilidad me curve hasta que mi pie llegó a mis muñecas.
Comencé a frotar el cristal sobre la cuerda. Unos minutos más tarde la cuerda se cortó y mis manos quedaron libres.

Te amo Stefan.

Si, mis pies tenían nombres, es raro pero igual no me interesa, esto de tener un super cuerpo es de mucha ayuda.
Fui al baño y cure mis heridas, había destrozado mis nudillos con esa pared. Al cabo de un rato salí del baño y me di cuenta de que había un hombre sentado sobre la cama de espaldas a mí, caminé sin hacer ruido cuando de pronto habló.

- No deberías hacer estas cosas - se refería a la ventana rota.

- No deberías atar a una fiera - contraataque.

Podría matarte ahora mismo chico, no sabes con quién hablas.

- No deberías contradecir al jefe - se dio vuelta para poder mirarme.

El Secreto De Un SecuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora