Uno

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Los rayos iluminaban Londres como farolas con un constante parpadeo, era temprano y el cielo estaba de un gris tan oscuro, que asustaba, en realidad asustaba, no se veía ni rastro de sol. Tan solo una masa gris, casi negra.
Los truenos eran fuertes, escandalosos, el cielo estaba enfadado esa mañana. Descargando su ira con los mortales de abajo, despotricando contra ellos en forma de gotas de lluvia, gotas de agua grandes frías, y continuas. No cesarían, no cuando los dioses habían comenzado su rabieta en contra de los de abajo. Gritándoles tan fuerte como el viento se los permitía.

Había un nombre para un evento como ese, muchos lo llamaban tormenta, pero mientras Rose veía todo ese espectáculo desde el retrovisor de su auto, sólo se le vino un nombre a la mente.

Tormenta perfecta



• • •



Entró por la puerta y lo primero que hizo fue sacudir el agua de su paraguas, mientras lo doblaba, dejó el vaso de café y las llaves de su auto en la mesita al lado de la puerta.
Luego colgó el paraguas en el perchero, volvió a tomar el café y caminó por el pasillo hasta la habitación de Scorpius. Miró el pequeño reloj de muñeca que su novio le había regalado en su aniversario de cinco años, marcaba las 8:16 am, lo cual significaba que Scorpius probablemente estuviera dormido todavía. Así que se limitó a no hacer ruido, sólo caminó en silencio haciendo el mismo recorrido que había hecho desde siempre.

Rose recordó los hechos de la noche anterior y dudó en continuar caminando hacia la puerta.
Ella y Scorpius habían peleado terriblemente. Ambos bebieron demasiado, ambos dijeron cosas terribles de las que se arrepintieron casi enseguida. Rose ni recuerda como llegó a su casa, solo sabe que no fue con su novio, despertó aquella mañana con una resaca terrible, trató de enviarle un texto a Malfoy, pero él la había bloqueado así que no recibió ninguno.

No lo culpaba, ella había hecho exactamente lo mismo en algunas ocasiones, es por eso que estaba ahí, quería disculparse por actuar como una idiota, solo deseaba verlo.
Se detuvo un segundo, con la mano aun sobre la perilla plateada.
Cerró los ojos ―Fui una estúpida, lo lamento Scorp― suspiró, en voz tan baja que ni ella se escuchó.

Abrió los ojos al mismo tiempo que abría la puerta.

No tocó.
No, claro que no, ella jamás había tocado.

Vio a Scorpius recostado en su cama, no tenía camisa puesta, solo su bóxer color negro. El cabello le caía despeinado sobre la frente y le pareció más pálido que de costumbre. Entonces Rose reparó en Lea Nott.

Ella estaba al lado de su novio, igual de despeinada que él, igual de desnuda que él...
Lea clavó sus ojos color avellana en los azules de Rose, la miró con una expresión que jamás había visto antes...

¿Superioridad?

No, era culpa.

Segundos, fueron prácticamente segundos los que Rose se quedó viendo aquella escena. En esos segundos pasaron millones de cosas por su cabeza. Las cosas que se gritaron la noche anterior, lo que le dijo, no, lo que le gritó. Luego sintió cómo todos sus sentimientos explotaban dentro de ella, eran balas golpeándola por todos lados, dejándola sin nada.

Sin aíre, abrió la boca, boqueó como un pez fuera del agua, pero no fue suficiente, era como estar en el fondo del mar, quedándote tan abajo que sabes que no llegaras a la superficie a tiempo, no sin perder la consciencia. Todo le dio vueltas, vio borroso, vio colores y luego estrellas, todo eso en tan solo instantes.
Los miró una vez más, cerró la boca poniéndola apretada en una línea recta, los ojos le ardían y el nudo en la garganta se volvía cada vez más insoportable.

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