deux

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LA MANO LIBRE DE ENOCH se encontraba contra el pelaje de su hurón, el cual se encontraba nervioso sobre su hombro. Las garras del animal de pelaje blanco se clavaban en su piel atravesando su remera- una vieja, cómoda, con una inscripción tan desgastada que era imposible identificar que es lo que era- mientras se aseguraba de no ser empujado en medio de la conmoción. El hurón, cuyo nombre seguía siendo hurón debido a que todavía no había conseguido ninguna indicación de que le gustaría de nombre, parece reflejar los propios sentimientos de su dueño, mientras se aferraban firmemente el uno al otro.

"Podrías saltearte el tren, si quieres." Odeda sugiere cuando vuelve a ver a su hijo, tomando en cuenta que su cuerpo volvió a tensarse y que sus ojos se niegan quietos, paseándose por la multitud. Él vuelve a lamerse los labios, repetitivamente, lo cual ella toma como un signo de agobio. Pero él rápidamente niega con la cabeza.

"Estoy bien." Odeda no necesita un poder empático para notar que su hijo esta perdiendo la compostura, y que probablemente no se encuentra bien. Pero ella puede captar el brillo de determinación- el mismo de su padre, y que ella misma acepta poseer- en sus ojos e inmediatamente sabe que no hay sentido en discutir. Él tomo una decisión y se aferraría a ella lo más que pueda.

"Escríbeme letras, ¿Si? Montones de ellas." Alistair dice empezando con la despedida, uniendo el cuerpo de Enoch con el suyo en un estrecho abrazo. "E intenta contrabandear un poco de comida mágica." Una risa ahogada escapa del hombre mayor. Ambos continúan abrazándose por otro momento, solo siendo separados por empujón de parte de Odeda. "Te extrañare niño. Cuídate."

Entonces, Odeda une a Enoch en un abrazo y el chico sabe que va a extrañar el té de hierbas. El silencio se hace presente junto con todo el sonido de las emociones, y él busca absorberlo. Su madre susurra unas palabras de aliento en su cabello, antes de depositar un beso final en su frente.

"Ahora ve a tomar el tren." La mujer castaña sonriendo, proporcionándole un pequeño empujón hacia esa dirección. Mientras se terminan de despedir, Enoch de mala gana se hace su paso a los empujones entre la multitud de familias y se dirige a la entrada del ferroviario. Le echa una ultima mirada a sus sonrientes padres, ambos todavía moviendo sus manos enérgicamente desde la distancia, y su hurón chilla en señal de animo. Tomando un gran respiro, Enoch lo hace; él aborda el tren y deja a la familia que nunca había dejado antes.



Por un tiempo, Enoch piensa que quizás pase el resto del viaje solo en compañía de su hurón. Lo cual no seria tan malo, si no se sintiese tan terriblemente solo que genuinamente desease el desastre de emociones. Su estomago se encuentra agitado, y él sabe que esto es debido a él. No hay nadie alrededor que pudiese sentir y es solo en raras ocasiones que sus poderes funcionen a través de las paredes. Pero, afortunadamente, la puerta del compartimento se desliza y una cara hace presencia. El calor irradia en el compartimento, proveniente de la chica que acaba de abrirlo.

SENTIR!, draco malfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora