¿Qué pedirías, si la muerte pudiera concederte un deseo?. Yuri, J.J. e Isabella escribieron sus peticiones depositándolos en el viejo pozo del pueblo, donde se creía que habitaba la muerte. Tiempo después un accidente les arrebata la vida dejand...
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La primera parte del plan era fácil, a los ojos del canadiense todo sería sencillo, pero Yuri, no le veía sentido, o sea, pararse en frente del chico a quien apenas conoció el día anterior, y confesarle que le gusta…
-Jean, ¡¡Estás Loco!!
-Uhm, no lo sé gatito, ¿por qué?
-No te lo estoy preguntando maldito idiota.
-Lo sé, pero al punto, ¡ahí viene!
-¡No, no lo haré!
-Ya es tarde mi hermoso Kitty.
Para sorpresa del rubio, el castaño se posesionó de su cuerpo, ¿cosa de locos?, si, ¿sobrenatural?, también, pero a todas estas, el pensamiento del rubio y voluntad fue dominada, ¿Cómo diablos el ser más idiota del mundo logró hacer eso?, eso lo sabría una vez este abandonara su cuerpo.
Los pasos del cuerpo de Yuri eran presurosos, sus ojos brillaban y su sonrisa dilataba una extraña aura, Otabek pudo notarlo, intuyendo que algo pasaba.
Su sorpresa fue grande, cuando este se abalanzó encima de él, quedando entorchado a su cintura, el tono de voz añorado y la forma de expresarse de este le hicieron darse cuenta que al ruso algo le pasaba.
Sin esperar apartó su rostro, Yuri, lucia completamente enamorado, sus gestos suaves le hacían parecer otra persona, el kazajo lo miro extraño, el rubio no era así.
De forma amable lo bajó, pero una inesperada confesión le hizo tambalearse de forma fugaz. Volvió en sí tratando de creer aquellas palabras, pero era imposible, el Yuri que él desde hace un tiempo conocía jamás le diría tales palabras y menos con la euforia que mostraba, definitivamente había algo extraño.
Le tomo de las mejillas, y mirándole a los ojos, estos parecían vacíos, llamando su nombre suavemente, este volvió en sí, cayendo débil al rustico suelo. Se regañó así mismo por lo bajo, Jean era un maldito, y se las iba a pagar, la vergüenza que le hizo pasar le iba a costar caro.
Al ver a un lado, el canadiense reía, ¿Qué rayos tramaba?, pero sea lo que sea, lo había humillado del modo menos esperado.
Fue levantado con delicadeza, los brazos fuertes de Otabek le rodearon, no hallaba como volverle a mirar a los ojos, después de lo ocurrido, quería que se lo tragara la tierra, pero era imposible, la vida estaba en su contra, y como muestra, el imbécil de Jean estaba mirándolo burlonamente satisfecho.
Una vez salieron de la mirada de todos del patio de la facultad de deportes, se dirigieron a una cafetería, Yuri aún permanecía pálido, la posesión de cuerpos era difícil de llevar, quedar debilitado y con mucha hambre y sed eran parte de las consecuencias. Gracias al cielo no se desmayó.
Una vez más, siendo salvado por el moreno, Yuri gradeció que este no le reclamara por lo ocurrido, no sabía que responderle en esta situación, pero no podía zafarse de por los menos explicar porque lo hizo.