Agro relincha a mis espaldas. Volteo para ver cómo emergen del suelo algunas sombras de apariencia humana. Mi primera batalla en el reino, tal vez; sin embargo, a penas desenvaino la espada, las sombras se disuelven, como si estuvieran hechas de humo.
No había notado que en el salón donde me encuentro tiene un orificio perfectamente redondo en le techo, del cual emerge una potente iluminación parecida a la del sol. Desde el agujero comenzó a sonar un rumor, como el de las olas del mar. En principio el sonido fue ligero, daba paz, pero paulatinamente dejaron de escucharse las demás cosas: todo se inundó de ese ruido ensordecedor; entonces, muchas voces hablan: algunas femeninas y otras masculinas, pero todas parecen sincronizadas para decir la misma ejecución de voz:
-¿Umm? ¿Tienes la espada antigua?... Así que eres mortal...
-¿Eres Dormin? -pregunté por instinto-. Me han dicho que en este lugar, en los confines del mundo, existe un ser que controla las almas de los muertos.
-Así es... Somos aquellos a los que llaman Dormin...
Escuchar cómo el demonio me confirma su existencia me convierte en gelatina las piernas. Quiero huir, sus voces me atacan sin armas. Pero miro a Mono y me quedo, no sólo me quedó. Explico:
-Fue sacrificada por tener un destino maldito. Por favor, necesito que traigan de vuelta su alma.
Ríen. Risas eléctricas, risas de hielo que arde.
-¿El alma de esa doncella? -interrogan sin dejar de burlarse-. Las almas perdidas no se pueden reclamar... ¿No es esa la ley de los mortales? Sin embargo, con esa espada, quizá sea posible.
-¡¿De verdad?!
-Asumiendo, claro, que logres hacer lo que pedimos.
-¿Qué tengo que hacer?
-Contempla los ídolos de la pared. Tienes que destruirlos todos. Pero esos ídolos no pueden ser destruidos por alguien mortal.
-¿Entonces qué hago?
-En esta tierra hay colosos que encarnan a esos ídolos. Si derrotas a esos colosos, los ídolos caerán.
-Entiendo -digo aunque tengo preguntas en la mente.
-Pero te advierto, el precio a pagar puede ser muy alto.
-No me importa.
-Está bien.
-Levanta tu espada hacia la luz, y ve al lugar adonde se proyecta la luz de la espada, allí encontrarás al coloso que debes vencer... Ahora márchate.
Acato la orden, llamó a Agro, salgo, sobre ella, por la escalinata de la derecha. Espoleo las riendas hacia la luz del sol. Levanto la espada y miro atentamente cómo se empapa de energía. De su centro, como cuando un prisma refracta la luz, algunos rayos azules forman una estrella con, al menos, una decena de puntas. Bajo de Agro y giro sobre mi eje; mientras lo hago observo que las puntas se acercan poco a poco unas con otras. Cuando me he movido hacia el sur, las puntas formaron un único haz de luz. La espada vibra. Ahí está el primer coloso.
Subo a mi yegua y la obligó a correr. A unos cientos metros llegamos a una nueva escalinata que conduce a un plano ligeramente más alto donde no se aprecia ninguna novedad. ¿Dónde está el coloso? Miro hacia arriba. ¿Debería escalar? Tomo el arco y las flechas que Agro cargaba, le acaricio el lomo y me despido. Comienzo a subir. Me aferro a las roca bruta que apenas me roza los dedos crea fisuras que desprenden sangre. Vuelta aquí, me agacho acá; subo, brinco de un lugar a otro a falta de poder caminar con tranquilidad. Me acerco a la cima.
Llego. Miro a la izquierda: una planicie larga pero estrecha, rodeada por montañas. Hay pasto, matorrales. El césped está aplastado; en algunas partes, seco; en otras, no hay.
La tierra retumba, la arena se levanta, las pocas flores pierden sus pétalos. A la derecha, se levanta un cuerpo negro y apestoso. tiene la forma de un mono. Camina en dos patas, como los hombres. Su cuerpo está... ¿protegido en ciertas partes con una armadura de roca?
Me ignora, camina hasta el lugar iluminado. Me acerco lentamente, con cautela, con nervios, con miedo atascado en la garganta. ¿Sería ridículo llorar en este momento? Pienso. Cargo una flecha. Se tensa la cuerda. Disparo y la flecha penetra la piel de espeso plumaje. Los ojos del coloso me enfocan, cambian de azul a rojo. Camina con dirección a mi posición. Es lento. Reflexiono mi error: las flechas son pocas, y su cuerpo enorme; el daño que podría proporcionarle sería mínimo. Busco más opciones. ¿Y si...?
Levanto la espada y los rayos se unen de nuevo cuando apunto a la cabeza del coloso. Se crea un brillo que, por la lejanía, apenas puedo distinguir. ¿Será ese un punto débil? Apunto tan bien como puedo, nuevamente, con una flecha. Tiro. Acierto. Gruñe. No muere. Ataca. Su ara desgaja porciones de los cerros alrededor. Esquivo pero de todas formas siento un dolor agudísimo y punzante. Las piernas me fallan por un momento. Apenas llegué al reino y ya estoy peleando. Tengo hambre y sed.
Dormin dijo que con la espada sería posible. Así que voy directo hacia el coloso en cuanto puedo. Soy mucho más veloz. Le doy una estocada en el pie, pero éste es tan áspero que ni siquiera se troza un poco. Escruto su pierna para descubrir que en la parte de atrás tiene el coloso cierto pelaje al que podría colgarme. Sin más dudas, lo intento. Ahí noto algo. Hay una porción pequeña sin pelaje: una cicatriz que se hace más brillante cuando tiene la espada cerca. No pierdo la oportunidad: respiro profundamente, tomo fuerza, impulso mi espada hacia atrás y la encajo en la cicatriz.
El aullido me lastima los oídos. El monstruo cae de rodillas, lo que me da una oportunidad más: puedo trepar a través de su cuerpo, por la espalda, para llegar a la cabeza. Inicia mi camino sobre el cuerpo del coloso. Llego hasta su cintura, donde parte de su armadura me sirve como estancia provisional para descansar. Cuando recupero el aliento, continuo mi camino.
Veo el símbolo en la punta de la cabeza: el que traigo en mi ropa, el que representa a mi bandera, el antiguo nombre del demonio Dormin. ¿Por qué el coloso está marcado con aquella runa? Pienso que es un tema para después, ya que mi única conclusión por el momento es matar a ese ser. Cargo de nuevo mi espada hacia atrás para poder encajarla a gran profundidad, pero cuando casi lo logro, el gran monstruo agita la cabeza adornada por un par de cuernitos apenas visibles. A punto de caer, me aferro a su oreja.
Me lleno de valentía para atacar. Lo hago. Una vez que mi espada corta a piel, la sangre se libera, no es líquida sino gaseosa, me recuerda a las sombras que vi en El Templo.
Aunque el coloso gime no muere todavía. Repito el proceso cada vez con más violencia hasta que observo como los ojos dejan de emitir luminosidad de cualquier color. El coloso cae y yo caigo con el. A esa altura seguro pierdo la vida, así que aprieto mi cuerpo contra el del coloso para que éste absorba el impacto, pero debido a que resbalo mi cuerpo choca contra el suelo.
Veo borroso. Mi cara fue lo primero en llegar hasta la tierra. Seguro tengo graves lesiones. Veo cómo mi sangre se ensucia con el polvo, trato de tomar mi espada -se encuentra a unos metros- pero el brazo no me responde, ¿está roto? Ya no puedo respirar. Por primera vez experimento el límite entre la vida y la muerte. Vencí a un coloso, pero morí antes de llegar a conocer a otro.
Lloro. Perdóname Mono, pero no logré traerte a la vida; sin embargo me reuniré contigo pronto.
El cuerpo del coloso se envuelve en una bruma oscura de la que salen una serie de tentáculos oscuros que, bailando como serpientes, se acercan a mí, se meten en mi boca. Vomito, no tengo nada en el estómago, pero expulso... ¿un humo ennegrecido, como la sangre del coloso? ¿Qué?
Mucho sueño. Luego, oscuridad, plena oscuridad. ¿Es esto la muerte?
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SHADOW OF THE COLOSSUS (Adaptación literaria del videojuego homónimo)
Phiêu lưuATENCIÓN: Shadow of the colossus es un videojugo creado para la consola PS2. Debido a que la historia es increíble, pero deja mucho a la imaginación, he decidido crear esta breve versión (fanfic) de lo que para mí pudo ser una narración más allá del...