Cuenta la leyenda que en el pasado existió un ser omnipotente sobre la Tierra, capaz de realizar las hazañas más increíbles para aquellos que lo veneraran. Según los viejos de mi pueblo, ese ser les brindaba muchos dones a través de una magia divina que nadie podía emular. Le enseño a mis ancestros el dominio de artes poderosas que sanaban y que herían. En su nombre se erigieron cientos de altares, en los cuales los guerreros se arrodillaban a orar para que sus heridas de batalla sanaran, para pedir fortaleza. Nadie sabía de dónde provenía el espíritu; se creía que era más viejo que el tiempo mismo. Nadie podía verlo, toda su presencia se reducía a una voz proveniente, tal vez, del cielo, que le hablaba a ciertos elegidos a quienes les confesó llamarse Dormin.
Al ver éste que cada vez más personas lo admiraban, comenzó a ofrecer sus favores a cambio de pequeñas ofrendas que paulatinamente se convirtieron en sacrificios de sangre, pero mi pueblo, guiado por la necesidad de conquistar, de expandir su reino, no reparaba en aumentar la violencia contra sus hermanos humanos a fin de conseguir la aprobación y los favores de Dormin; sin embargo, este personaje sobrenatural decidió autodenominarse el único Dios y, aunque para muchos lo era, los principales maestres sabían bien que el creador de todas las cosas del universo no era Dormin, sino otro: una energía que universalmente era adorada incluso antes de que Dormin llegara.
Una cantidad considerable de hombres justos reflexionaron sobre los abusos de Dormin y decidieron rebelarse, pero como no existía ninguna fuerza humana capaz de materializar al ente para derrotarlo se rindieron antes ,incluso, de formular un plan. El pequeño grupo que quedó se dedicó a pensar en una idea revolucionaria con la cual Dormin se derrotara a sí mismo.
Una noche, cierto guerrero, el cabecilla de la revuelta contra Dormin, se dirigió al altar más cercano a su hogar. Rezó con humildad y sumisión hasta que el supuesto dios se dirigió a él. Aunque la voz parecía inundar todo el reino, nadie más que él era capaz de escuchar lo que Dormin decía. El guerrero prometió la sangre de cuantos hombres, mujeres o niños quisiera a cambio de un único favor: un arma capaz de asesinar incluso a seres divinos. Cuando Dormin cuestionó sobre el uso que le daría a dicho artefacto, el humano le respondió que su intención era ser temido por el mundo entero y hacerse de él. No quería ser derrotado por sus enemigos cuando se dispusiera a llevar a cabo aquella empresa, así que un arma con tal poder lo haría invencible.
Momentos más tarde, el muchacho tenía a sus pies un mandoble gigantesco que emanaba una luz azul intensa. El precio por esa espada era muy simple, tan sólo habían tres condiciones: la primera fue que cada asesinato que el guerrero hiciera desde ese momento en adelante iba a ser exclusivamente en honor a Dormin, la segunda dictaba que cuando el mundo fuera dominado en su totalidad, la única religión permitida debía ser aquella en la que el espíritu fuese tratado como único dios y la tercera rezaba que el estandarte con el que se libraran las guerras debía contener el nombre de Dormin escrito, según él mismo, en la más antigua de las lenguas, una que los hombres ya habían olvidado y que él enseñaba en cada conjuro que le pedían. El símbolo que representaba esta petición de Dormin se encontraba grabado en la empuñadura de la espada recién creada, así que sólo debía copiarse en telas para crear los estandartes y pelear en su nombre. Dicha runa consistía en un trazo sin ángulos, sólo formado por una serie de círculos o curvas que se interceptaban a lo largo de unos y otros.
Wander, que era el nombre del hombre valiente, portador del mandoble, aceptó los términos y, tras cerrar su trato con Dormin, fue hasta donde su cuadrilla para llevar a cabo el plan de derrocamiento. El grupo se trasladó, junto con la espada, a una forja en la que desprendieron una porción del brillante filo para crear puntas de flecha. Con el material restante hicieron una espada más corta.
El metal alcanzó para formar dieciséis lanzas, cada una para las dieciséis personas que integraban el grupo de oposición establecido por Wander. A la mañana siguiente comenzaron a destruir los pequeños templos de Dormin para que éste los tomara en cuenta. Cuando el enfurecido ser habló desde el cielo, los hombres alzaron sus lanzas, apuntando al cielo, y con un grito de guerra las lanzaron. Sorprendentemente el sencillo plan resultó suficiente para desgarrar el alma de Dormin, pero mientras el malherido agonizaba tuvo tiempo de crear todo tipo de destrozos y asesinatos en el reino.
Las gente que resistió la bravura del ataque buscó su alojamiento en tierras aledañas, donde establecieron un nuevo país que, aunque más pobre, producía los insumos suficientes para su gente. Mientras tanto, el anterior territorio fue sellado con la energía de los sobrevivientes: una magia con el poder necesario para retener el pedazo de alma de Dormin que, según dicen, no murió por completo.
Aunque el nuevo pueblo prohibió tajantemente que a cualquiera pusiera un pie en esas tierras malditas, muchos fieles de Dormin emprendían viajes con la finalidad de regresarlo a su máximo esplendor, pero ninguno de aquellos brujos regresó.
En la actualidad, casi a manera de burla, el símbolo de Dormin es utilizado como la bandera de mi pueblo, en señal de que nadie, ni siquiera un espíritu dueño de la magia, podrá derrotarnos. La espada se guardó celosamente por el líder de la tribu. No se destruyó, pues si de alguna forma Dormin regresaba, aquella era la única arma capaz de abatirlo, y desde entonces esta leyenda la cuentan los padres a sus hijos, ya que es el núcleo de toda nuestra cultura.
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SHADOW OF THE COLOSSUS (Adaptación literaria del videojuego homónimo)
AdventureATENCIÓN: Shadow of the colossus es un videojugo creado para la consola PS2. Debido a que la historia es increíble, pero deja mucho a la imaginación, he decidido crear esta breve versión (fanfic) de lo que para mí pudo ser una narración más allá del...