One- Shot: Amor de Cuatro Paredes

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Me divierto formando garabatos en el agua mientras vierto con calma el líquido rosa en la bañera

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Me divierto formando garabatos en el agua mientras vierto con calma el líquido rosa en la bañera. En pocos segundos un aroma exquisito a jazmín inunda el resto del cuarto de baño. Ato mi pelo en un moño despeinado, me deshago de mi ropa y entro en la tina.

Apoyo la cabeza sobre mi mano izquierda, sintiendo en el codo la fría porcelana de la bañera. En el fondo escucho la increíble voz de Laura Pergolizzi, cantando una melodía melancólica, en Live Session, donde pide misericordia a la persona que ama y advirtiéndole que verá lo peor de ella misma, más no lo último. Estiro el otro brazo y doy un sorbo a mi copa de vino tinto, admirando a su vez la oscuridad de la noche, que abriga la inmensidad de la ciudad que se extiende a mis pies. Por suerte el ruido en las calles es prácticamente inexistente, ya que me encuentro en el departamento del último piso del edificio .

He dejado abiertas las blancas persianas del ventanal y las luces apagadas, por lo que lo único que ilumina la estancia son las velas que he colocado estéticamente en el piso de madera que rodea la tina. Mi móvil se enciende, mostrando su mensaje en una burbuja.

- Subiendo por el ascensor, piso 11.

- La puerta está abierta. Ven a la ducha.

En poco menos de 10 minutos oigo el suave chirrido de la puerta al entrecerrarse, a unos cuantos metros detrás de mí. El varonil aroma de su perfume impregna el lugar, embriagando todos y cada uno de mis frágiles sentidos. Cierro los ojos, con media sonrisa en el rostro y extiendo mi mano derecha hacia él. Escucho el el golpe seco, pero suave, de una toalla cayendo al piso. Abro los ojos en el instante en que su mano toca la mía.

- Esta vez es mi turno.

Veo en su rostro una expresión perdida de sorpresa, sin embargo no replica y sin más entra en la tina, acoplándose al espacio que tan bien hemos llegado a conocer en estos últimos tres años. Permanece sentado, con los brazos apoyados ligeramente sobre sus rodillas, con la mirada absorta en el cielo nocturno. No me ha mirado cuando llegó, y tampoco ha pronunciado palabra alguna; es así como me dice que ha tenido un mal día, lo que no suele ocurrir muy a menudo.
Tomo un poco de agua y la extiendo con cuidado sobre su espalda, notando a su vez lo rígidos que tiene los músculos. Le acaricio con suavidad, le planto pequeños besos y siento su piel, hasta que poco a poco consigo que afloje la tenaza de hierro que es su cuerpo.

Siento que mi cuerpo vuelve a la vida en cuanto siento la calidez de su espalda entrar en contacto contra mi pecho. A su vez escucho el aire abandonar sus pulmones en un profundo suspiro. Le rodeó el cuello con los brazos y le siento relajarse bajo mis manos, que ahora humedecen la parte superior de su torso.

Acaricia con suavidad mi pantorrilla debajo del agua, descansando la cabeza bajo mi mentón. Estamos en silencio por un rato, aunque yo no ceso en mi intento por hacerle sentir mejor. Varios minutos después le escucho decir:

- Lo lamento.

- ¿Por qué? - Pregunto bajito, con la voz más dulce con la que soy capaz de hablar.

Sueños De Una Mente PerturbadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora