En esa sala de la corte,
tus oídos ya no podían aguantar,
rompiste tu querida taza de cafe,
esa sangre no la vas a recuperar.
Por infortunio del destino,
con otra taza volviste a tropezar,
esta vez no fue culpa tuya,
el veneno nunca se puede evitar.
En ese letargo,
solo un deseo te podia impulsar,
el deseo de volver a verla,
no parabas de recitar.
Cuando pudiste despertar,
ninguno de tus dos nombres volviste a usar,
ahora solo te queda uno,
y partido por la mitad.
Tu visión no fue la misma,
una máscara roja se convirtió en tu verdad,
el rojo no distingue la sangre,
ni tus ojos la realidad.
Dejaste de visitar su casa,
solo donde todos van a llorar,
ella es esclava del infierno,
y tu preso de tu libertad.
En el último aliento que te quedaba,
la luz no pudiste apagar,
ay querido godot,
ya ni una taza de cafe, te puede salvar.