Dark Eyes - Capítulo 1

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Me levanto, me lavo, me visto y a las 9:00 tengo que estar sentada en la mesa de la cafetería, ni un minuto más ni un minuto menos. El desayuno empieza a las 9:15 pero necesitan un cuarto de hora para pasar lista y tenemos un cuarto de hora para comer, nos tienen muy controlados. Y hoy vuelvo a sentarme en la mesa de la esquina, sola, como la mitad de la gente de este centro, la otra mitad van siempre en grupitos, se hacen llamar Los Grandes y nos miran como si fuéramos unos psicópatas. Bueno, yo no soy la más indicada para contradecir eso. Me llamo Madison Blair y estoy ingresada en un "hospital mental" o centro psiquiátrico de Brooklyn, el Kingsboro. Llevo dos años ingresada y aún me toman como una psicópata, pero hasta que sea mayor de edad no podré salir. Todos los días habían sido iguales, la misma rutina, nada diferente o emocionante pero hoy era diferente. Lo notaba. Notaba la mirada penetrante del chico desde la otra punta de la cafetería. No me sacaba los ojos de encima. Buah, la verdad esque era muy guapo, su pelo parecía tan acariciable... y sus brazos, oh. ¿Pero, qué quería? Seguro que darme esperanzas y luego burlarse de mí, pero nunca lo había visto y no estaba con nadie, no podía ser de Los Grandes. Pero no tuve mucho tiempo para pensar en él porque sonó la campanilla y, ¡aún no había terminado! Nunca me había pasado eso pero lo dejé y subí hacia mi cuarto. Hacía dos años que me hospedaba ahí y estaba acostumbrada a pasar el tiempo en una habitación toda blanca, hasta los clavos que unen las piezas de la cama, y con sólo una caja de objetos personales. No tenía ni pósters, ni móvil, ni un ordenador, pero claro, si quería llamar o usar el internet ya había una sala para eso. Dicho y hecho, llegué a mi cuarto y me senté en la cama, estiré los brazos hacia bajo y agarré mi caja de debajo de la cama, la saqué, la abrí y cogí el libro que me estaba leyendo "Grandes secretos de las matemáticas". Sí, me encantan las matemáticas, otra de las razones por las que la gente no hace migas conmigo. ¿Qué problema hay con eso? Ninguno. Pero como no hacemos clase en el centro, la gente que las hace por su cuenta son "bichos raros". ¿Y ahora qué pasa con esto? ¿Que por qué quieras llegar a ser algo en la vida tienes que ser un tipo raro? Y este... es uno de los cientos de problemas de vivir en el Kingsboro de Brooklyn, que el ambiente te ayuda a volverte desagradable y antipático.

Cada hora pasa el supervisor de la planta y mira por la ventanilla de la puerta.

-Señorita Blair, ¿todo bien?- asiento con la cabeza- ¿Te ha mordido la lengua el gato? Dos años y aún no lo has aprendido, ¡quiero oírte!

-Sí, supervisor.

-Así me gusta. Bien, a las 12 tiene visita, no se retrase- Sí, olvidé decir que los supervisores no son muy amables.

-Siempre un placer...- murmuré. Por suerte el supervisor ya se había ido.

Terminé el libro y miré el reloj. Las 11:30, tenía media hora antes de la visita de mi hermano, Shawn, el único que no me consideraba una lunática y me quería mucho. Así que durante esa media hora me estiré en la cama e intenté no pensar en nada pero el maldito chico rubio de la cafetería ocupaba todos mis pensamientos. ¿Quién era? ¿Y por qué me miraba de esa forma? Pero sentía que lo debía conocer, mi subconsciente me obligaba a conocerle.

-Si no hay más remedio...- le dije en voz alta a mi mente. Sólo habían pasado diez minutos desde que había terminado el libro y a mi me había parecido una eternidad, así que para no estar más rato encerrada salí y decidí bajar al jardín. Prácticamente esto era una cárcel aunque en vez de patio había jardín. Bajé por las escaleras de caracol, me encantaba bajar por esas, probablemente era la parte del edificio más divertida aparte de la sala de ordenadores. Bajaba a paso lento, sin prisas y de repente vi que el chico rubio subía. ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? El pánico se apoderó de mí y tropecé con mis propios zapatos. El chico reaccionó y me agarró antes de que saliera rodando. Estaba muy roja, muerta de vergüenza y no me atrevía a mirarle a los ojos pero en cuanto lo hice...

-wow...

-¿Estás bien?- me preguntó el chico ayudándome a levantarme. Me miraba con una gran sonrisa en la cara y sus preciosos, bueno, qué digo, preciosos no, perfectos ojos azules, grandes y atentos a todo movimiento que hacía. Era absolutamente perfecto.

-¿Eh? Ah, sí, sí, muy bien... eh... lo siento... em... tengo que irme- respondí  a sus labios sin saber reaccionar y bajé las escaleras demasiado rápido. El corazón me latía muy rápido. Una vez en el jardín mi subconsciente empezó a matarme "¡Lo tenías! ¡Lo tenías! ¡Ni si quiera le has preguntado el nombre! ¡Le interesas Madison! ¡Mucho! Y te gusta" No me gusta. Respondí mentalmente a las quejas. Pero reconocía que era muy guapo y cuando lo veía me ponía nerviosa. Tranquilízate, Madison, tranquilízate. Ahora vendrá Shawn y os pondréis al día, me decía a mi misma. Después de este espantoso momento, pero no muy desagradable, en las escaleras di una vuelta por el jardín sin color para tranquilizarme. Pero lo único que necesitaba ahora era hablar con mi hermano.

-¡Shawn!- grité al verle y corrí para abrazarle.

-Hola, Madison- respondió dulcemente mi hermano- Y cuéntame, ¿qué ha pasado en estos últimos minutos para que te sonrojaras?- ¿Qué? ¿Aún se notaba? Dios, qué vergüenza, pero igualmente se lo iba  a contar.

-Verás... hoy en la cefetería un chico muy guapo- extremadamente sexy- ha empezado a mirarme sonriendo y no paraba de hacerlo- ¡Y mi subconsciente me gritaba que tenía que conocerlo!- Y hace unos minutos, mientras bajaba por las escaleras de caracol, se ha cruzado conmigo y me he tropezado, por suerte él me ha agarrado y luego le he visto los ojos y ah... es tan perfecto...- decía casi ahogándome por la rapidez de mis labios. Shawn rió.

-Ya veo... a ti te gusta ese don perfecto.

-¡NO! Y no le llames así...- dicho esto mi hermano me miró con cara de "Tengo razón y lo sabes"- No- añadí.

-Ya... lo que debes hacer es preguntarle su nombre y hacer alguna amistad, necesitas a alguien aquí dentro.

-Te tengo a tí- respondí con una sonrisa.

-Una vez a la semana- replicó Shawn, divertido.

-Pero te veo.

-Eso es lo que cuenta.

-Exacto- me gustaba hablar con él. Nuestras conversaciones no son muy usuales pero eso es lo divertido.

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