-¿Tienes un cigarro?...Gracias-.
Acto seguido hizo aparecer de entre los rincones ocultos de su ropa un pequeño encendedor, forrado en escamas negras. Mientras luchaba con la tímida llamita que se negaba a saltar, Tyler estudió con una mezcla de desconcierto, rechazo y fascinación, el blanco tubito de papel con filtro beige que se sostenía entre los labios purpúreos; con tanta naturalidad como si de una extensión se tratase.
-¡¿Fumas?!-la pregunta llegó tardíamente a su boca, ahora que la respuesta era evidente frente a él.
Quin alzó esos ojos que resguardaban celosamente una tormentosa mirada detrás del velo negro de sus irises; dejando de tratar de prender el cigarro, y lo observó. Lo observó con recelo, y con cautela; como la pantera que se plantea huir del rifle que le apunta a sus misterios, o saltar en silencio y atacar al atacante. Tyler sentía que había llevado su repentino encuentro con la muchacha a una curva peligrosa, cerrada, en la que todo podía acabar antes si quiera de haber empezado.
-Pues es evidente ¿No te parece?-dijo finalmente, con una voz rica y grave, como el terciopelo, cargada de sarcasmo, pero sin malicia; solo cautela.
Tyler se encogió de hombros, aparentando que esa chica rara no lo intimidaba tanto como lo fascinaba.
-Es sólo que pensé ya que tu madre murió de cáncer al pulmón, perdona el poco tacto, tú no serías fumadora-comentó, consciente de que estaba empujando la boca de la escopeta más cerca de los ojos de la pantera, y que a ella eso no le gustaba.
-Pensaste que era una de esas chicas que porque sus madres murieron por fumar, odiarían el tabaco como si se tratase de su Alemania Nazi personal. Si…uno creería que armaría campañas y participaría en protestas para clausurar las marcas que fabrican cigarro. Que descaradamente me acercaría a un completo desconocido que está pegando una calada y le quitaría el cigarro de la mano y lo arrojaría a la fuente más cercana. Que me la pasaría hablando de cómo a mi madre le habría encantado no fumar, para que no le hubiera dado puto cáncer al pulmón; y de lo bonitos que se ven los pulmones rosados-soltó Quin, en una especie de bufido-Pero no es así. ¿Sabes por qué, Tyler? ¿Lo sabes? Porque el tabaco no es Hitler, es una planta. Porque es de mala educación meterte en la vida de alguien que ni siquiera te ha llamado, especialmente si es un desconocido, a que le quites su puto cigarrillo que está tratando de fumarse en paz. Y los pulmones son órganos. Los órganos no son bonitos, estén rosados, negros, amarillos o con pintas azules; a no ser que seas un psicópata destripador con un fetiche por los riñones-una llama obscura y resentida brillaba ahora con pasión en esos fríos ojos negros-Jamás diría que a mi madre le habría encantado dejar de fumar antes de caer enferma; porque es mentira. Mamá amaba fumar, le traía serenidad y sentido en esta mierda de realidad en la que vivimos, y si lo disfrutó mientras pudo, pues me alegro por ella. Ella vivió orgullosa por sus decisiones…y murió de la misma manera-.
Tyler sentía compasión y espanto por las palabras negras de la muchacha. También una profunda admiración de su forma de enfrentar la realidad. Porque todo lo que decía Quin era cierto, sin embargo no era real, porque sólo ella había pensado y manifestado abiertamente aquellas ideas, que si bien tan amargas y atroces, resultaban ser técnicamente, ciertas.
Un silencio reflexivo se apodero de la pequeña y mal iluminada habitación adolescente, mientras ambos chicos contemplaban, absortos en sus cavilaciones, el lento ascender de las espirales de humo con rastro de tabaco, y el caer de los copos de cenizas en el cenicero a los pies de Quin. Entonces ella habló, y ya no sonaba apasionada y furiosa, sino que susurraba con la timidez de un ciervo herido, arrastrando una vergüenza oculta.
-Fumo porque la gente convirtió a mi madre en su cáncer, y en la cajetilla que siempre llevaba en el bolsillo. Su muerte, y las causas de ésta, se convirtieron en su tercera vida, la que queda en memoria de todos. Gracias a toda la gente…lo único que recuerdo de ella es…fumar- Y los ojos se desviaron al vacío, dos pozos negros enfrentados a uno mucho más grande y profundo; la fosa de los demonios y fantasmas de Quin Morresey.
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Ilussio
Teen FictionQuin Morresey era un misterio oscuro tras sus ojos tristes; pero Tyler podía leer canciones en ellos.