Bicycle

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  • Dedicado a Vanessa Pandicornio Cacahuate
                                    

Miré el espejo una vez más. En este último año había crecido más de lo que a mis padres les gustaría, mis músculos habían tomado más contextura y mis facciones de la cara se habían endurecido, así que el largo de mi cabello y mis espesas pestañas ya no suponían un estorbo a la distinción de mi masculinidad. Mi pelo me llegaba hasta un poco mas abajo de las orejas y por mucho tiempo fui víctima de los insultos de los demás chicos. Pero ya no, ahora buscarán otro punto débil.

Nunca he entendido por qué siempre he sido el blanco fácil de las burlas:

Siempre mantengo la cabeza gacha y sólo hablo cuando los profesores me lo piden. No salto, no grito y mucho menos canto ¿por qué debería ser yo el que reciba el acoso? O mejor ¿por qué tiene que haber acoso? Le he dado vueltas y vueltas y no logro encontrar una respuesta que me satisfaga y siempre termino rompiendo algo.

Repasé mi vestuario una vez más:

-Camisa negra con un corazón volteado blanco en el centro.

-Jeans azul claro.

-Converse verdes.

Mi reflejo mostró una sonrisa débil ¿cuándo me empecé a preocupar por cómo me vestía?

Tomé mi mochila y bajé las escaleras con cuidado. Desde hace un año tengo la costumbre de ir a la escuela 3 horas antes de que empiece la jornada, descubrí que si te preparas para lo que te espera sufres menos, pero no le podía decir eso a mis padres así que les mentí y expliqué descaradamente que simplemente me gustaba llegar temprano, muy temprano. No pusieron objeciones, con tal de que no los despertará, lo tomaban sin cuidado.

-¡Así te harás amigo de los mañaneros!- Había dicho mi papá, por supuesto no le dije que era el único ser humano, a parte de los conserjes, que merodeaba a las 6 de la mañana por la escuela.

Ya afuera me paré y disfruté de la suave brisa, el sonido de los árboles haciendo contacto con sus propias hojas y los colores que hoy brindaba el amanecer.

Me hace sentir fuerte y débil. 

Soy un gatito en una selva en donde los depredadores no se cansan de aparecer. A veces vienen los mismos y otras veces salen de los arbustos nuevos. Hasta ahora no he podido defenderme, tengo arañazos y heridas profundas por todo mi cuerpo, mi corazón está en el suelo, a duras penas puede seguir latiendo, mientras ellos se lo reparten dándose un festín.

Pero... tal vez... agún día...

Negué con la cabeza, las esperanzas me habían llevado a un hoyo oscuro sin fin tiempo atrás y no cometería el mismo error. De un salto me monté en mi bici y comencé a pedalear. Me gustaba esto, me gustaba sentir al piso chirriar bajo las ruedas, al sentimiento de libertad invadirme todo el cuerpo y poder gritar sin remordimiento alguno.

Mi instituto queda al frente de un parque, así que había mucha vegetación y en el otoño, que es mi estación favorita, las hojas  se teñían de un naranja pálido y casi todos estaban tan ansiosos de que empezara el invierno que se olvidaban de mí por un tiempo, ahora estábamos en primavera por lo que no tenía tanta suerte.

Colores InexistentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora