Segundo día

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Vacío negro, eso era lo único que podía ver. De repente, dos personas aparecieron delante de mí. Un adolescente de unos 15 años y una chica de su misma edad. El chico era de mediana estatura, ni muy alto, ni muy bajo; tenía el pelo corto pero muy rizado, era de un color castaño tirando a rubio; sus ojos eran azulados, pero de un tono muy clarito, casi tanto como cuando puedes ver la arena que hay a través del mar. La chica era un poco más bajita que él, pero su pelo largo recogido en una coleta era lo que me llamaba la atención. No porque estuviera pintado de algún color o con alguna mecha ni nada de eso, sino porque resplandecía como el sol mismo. Ella sí que era rubia del todo, así que le favorecía que le brillara el pelo. Además, sus ojos verdosos también hacían que te fijaras en ella.
El chico avanzó y le tocó el hombro suavemente.-Tina.-la llamó. No sé por qué ese nombre me sonaba de algo.-Lo, lo siento mucho.-volvió a decir. Sin mero aviso, Tina se giró y le pegó una bofetada en la cara.-No intentes arreglar lo que ya está roto- Se volvió a girar y se esfumó. El chico, triste y con el corazón roto, también se desvaneció y sin darme cuenta, me desperté.
Con los ojos entrecerrados de cansancio, me incorporé y me quedé un rato sentado en la cama, pensando en el sueño que acababa de tener. Cuando me fui a poner los zapatos, estos no estaban en su sitio, por lo que busqué por la pequeña habitación por si había sido tan despistado que los había dejado en otro lugar, pero no, así que tuve que andar descalzo por toda la casa. Llegué a la cocina y abrí el cajón donde se encontraban los cereales "Riskys" y me fijé en que al lado había un bol donde los podía echar. No me di cuenta el anterior día de que estaba ahí, de todas formas lo cogí y me eché los cereales y la leche que saqué de la nevera. Empecé a comérmelos tranquilamente. Tenían forma de espiral. Me gustaron mucho, así que guardé unos cuantos para el día siguiente. Fui al salón y no sé cómo, la televisión estaba arreglada y tenía un reproductor VHS, así que quise poner la cinta, pero ya no estaba encima de la mesita, ahora había un disco Blu-ray, donde ponía otra vez "2003", ¿Por qué habían cambiado algunas cosas pero otras seguían intactas? Me hice esa pregunta tras ver un sofá colocado debajo del cuadro de la casa. Como tampoco iba a obtener respuestas por el momento, me senté y encendí la televisión. El primer canal que salió fue uno en el que un gato presidente hablaba sobre algo, no sé el qué porque solo maullaba, así que cambié de cadena, pero ahí estaba otra vez el mismo gato, pero esta vez me señalaba a mí. No sé se por qué me sonaba un montón, era como si le conociera de toda la vida. De repente, una luz cegadora brilló en la pared, entrecerré los ojos para no dañármelos y entonces de la pantalla salió el gato, era extraño ya que no tenía un solo color o dos, si no que poseía seis. Blanco en la cabeza con una mancha negra alrededor del ojo derecho, ocre en el cuerpo, beis en las patas delanteras, marrón en las traseras y por último, la cola se parecía al palo de una piruleta, rayas rojas y blancas ascendían hasta la punta. Se subió encima de la mesa para observarme bien. Yo, de lo extrañado que estaba, me apoyé bien en el sofá.
-Miau, miau, miau.-por su expresión de la cara parecía que me estaba regañando o algo por el estilo. Carraspeó un segundo.-¡Pero como puedes ignorarme, eso no se hace, muy mal!-sacudía las patitas a modo de indignación.
-Eh...-casi no me salían las palabras.- ¡¿Y tú por qué eres un gato presidente que sabe hablar y que acaba de salir de mi televisión?!-le grité
-¡Lucas! Si soy yo, Bispo, ¿no me recuerdas?-me preguntó extrañado.
-¿Lucas, así me llamo?-la verdad, sí que me sonaba ese nombre.
-¡Pues claro! ¿Como no te ibas a acordar de tu propio nombre?-se puso la pata en la boca como si estuviera pensando.
-Lo único de lo que me acuerdo es de que ayer me desperté aquí mismo.
-¿Solo de eso? ¿Qué raro no?-estuvo un momento callado- Por cierto, ¿qué haces aquí?
-Te acabo de decir que ayer me encontré aquí, ¿te crees que lo sé?
-Igual sí.
Tras un rato explicándole todo lo ocurrido en esas veinticuatro horas, que no eran pocas cosas, le estuve enseñando la casa, o lo que podía de ella. Cuando le mostré que no podíamos salir, se quedó muerto de miedo.
-¿Me estás diciendo que estamos aquí atrapados para siempre?-me miraba aterrorizado.-¡Pero tenemos que volver a ver a los dueños!-Dijo esto y se quedó mirando un punto fijo- ¿Por qué no me puedo acordar de ellos? ¡No consigo recordar sus caras!-gritó desesperado.
-¿Los dueños son mis padres?-lo deduje porque si me conocía a mi, sus amos tenían que ser mis padres.
-Si-empezó a dar vueltas alrededor de mí intentando recordarlos. Se me quedó mirando entristecido.- Dime que tú te acuerdas de ellos.
-Estoy como tú, Bispo, hasta dudaba de si tenía.
-¿Qué nos ha pasado, Lucas?- decía mientras se agarraba a mi pantalón a modo de desesperación.
-No lo sé-me tiré al sofá, rendido.- Pero me da la sensación de que de esta casa vamos a poder salir, aunque también nada va a tener sentido aquí.
-¿Entonces tú crees que vamos a poder salir?-me miraba con los ojos llorosos.
-Al menos tengo esperanza- le acaricié para que se tranquilizara.- También creo que vamos a tener relación con este edificio.
-Si vamos a tener que ver algo con esta casa, entonces hay que investigarla a fondo.-se puso a dos patas y lo dijo como si fuéramos a buscar un tesoro.-¡Vamos a explorar las habitaciones cerradas!-apuntaba con su pata al techo a modo de Superman.
-Ya te he dicho que están cerradas.-parecía que no se le había quedado la información.-Pero si quieres ir a investigar, ve tú, yo te espero aquí.
-Está bien.-mientras se iba oí como se burlaba de mí en voz baja.-Al menos tengo esperanza, pues menuda esperanza si no averiguas cómo salir.
Intenté encender la televisión, pero parecía que Bispo la había roto con su aparición mágica. Al rato, este entró por la puerta.
-¿A qué estaban cerradas?-le pregunté.
-Pues sí .-me respondió indignado.
Mi gato dio un salto para subirse al sofá y se acurrucó en mí. Unos minutos más tarde, levantó la mirada porque parecía que había olido algo.
-¿A qué huele?-no tenía pinta de que oliera bien por la cara que ponía. Se acercó un poco a mí.-¡Eres tú! ¿Qué has hecho, revolcarte en una pocilga?-movía la pata para dispersar el olor.
Agaché la cabeza para ver si era verdad, y no era muy agradable.
-No sabía que en un día me ensuciara tanto. Aunque no sé cuánto tiempo estuve dormido, tal vez de eso sí que huelo mal. Bueno, pues entonces me voy a duchar.-dije mientras salía de la sala.
-Mejor-comentó Bispo.
Menos mal que había una toalla allí porque si no no sé con qué me iba a secar. Me quité la camiseta cuando oí que mi gato estaba detrás de mí, entonces me giré.
-¿Qué te ha pasado?-me dijo mirándome las vendas.
-Ayer me desperté con cortes en la espalda.
-Eso tiene que doler-creo que lo sentía hasta él.-Bueno, te dejo intimidad-me cerró la puerta.
Me acordé de que de pequeño era muy fan de los Minions ya que, al quitarme los pantalones, vi que tenía los calzoncillos con dibujos de estos. Necesitaba relajarme un poco tras encontrarme de repente con todo lo que me había ocurrido hoy, así que me vino bien esa ducha.
Cuando salí de la sala, vi por la ventana que ya era de noche y, al bajar las escaleras, Bispo se había dormido en el sofá por lo que, tras cenar, me tumbé con él para que no se sintiera sólo, o para que yo no estuviera tan solitario.

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