Full of Stars [Sherlock BBC Mini-fanfiction]

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Pasé otra página del libro de ciencias. El temario de este semestre era muy basto, pero menos mal que era una asignatura que se me daba bien, podría con ello. Llevaba más de dos horas estudiando y notaba el cansancio sobre mis hombros. Me levanté de la cama para estirarme, crucé la habitación, cogí los auriculares de encima de la mesa y volví a tirarme sobre la cama. Alargué el brazo para alcanzarme el móvil del borde del colchón y enchufé los auriculares. Sin pensar y sin siquiera mirar la pantalla, di dos toque en ella y la música empezó a inundarme el cerebro.

No me di cuenta de que llamaban a la puerta hasta que vi a Sherlock en la habitación. Quizás ni había llamado, pero me gustaba pensar que a veces respetaba mi intimidad.

Le eché un leve vistazo y volví los ojos al libro. Se quedó ahí plantado, delante de mí, no sé si esperando a que yo le dijera algo o le invitara a sentarse. Yo no estaba de humor para hacer nada de eso, pero me ponía nervioso que estuviera mirándome fijamente; aunque no le mirara, o aunque pusiera el  libro como bloqueo en la línea imaginaria que unía sus ojos con los míos, seguiría sintiendo su mirada penetrante. Además tenerlo ahí de pie no me dejaba concentrarme en el libro.

De una forma u otra siempre salía ganando. Pasé otra página del libro y luego le hice una señal con la mano, un gesto vago para que lo interpretara como quisiera, o bien sentarse o bien tirárseme encima, lo que fuera con tal de que no siguiera mirándome y desconcentrándome. Sherlock decidió tumbarse a mi lado, y se quedó mirando el techo.

—John.

Oía su voz taponada, rebotando en la habitación; los auriculares impedían que su voz me llegara del todo. A pesar de eso no me los quité ni le dije nada que le diera a entender que le había oído y que lo invitaba a hablar conmigo. Todavía estaba enfadado.

El día anterior discutimos en el instituto. Otra vez por Irene, esa chica nueva que no paraba quieta con Sherlock. La mejor palabra para describir a Irene era… dominante. Era como una leona que ya había divisado a su presa entre la espesura, y esa presa era Sherlock, desde el primer día que lo vio. Otras palabras para describir su persona era astuta, tenaz, inteligente, magnética… y sensual. Ese aura se percibía con sólo mirarla a los ojos o con ver sus finos labios dibujando una sonrisa socarrona y atractiva. Todos los chicos cayeron rendidos ante ella, bufones sin personalidad alguna. Incluso los que tenían pareja se quedaban boquiabiertos con ella. Me hacía gracia pensar lo simples que llegan a ser los hombres, todos iguales, todos con las mismas aspiraciones y deseos, al menos en ese sentido. ¿Qué por qué yo no caí en sus redes? Quizás porque yo no era tan vulgar. Por lo menos esa es la solución que Sherlock encontró, algo que me tomé como un cumplido (un comentario así de Sherlock era toda una rareza, por lo que me lo quise tomar maravillosamente bien).

Pero no, Sherlock era también un lobo apartado de la manada; no se arrodilló ante Irene, lo que hizo que ésta sintiera más curiosidad por él y más ganas de que le hiciera el mismo caso o más que el resto de los chicos. A pesar de que Sherlock no le besó los pies, a pesar de que no dijo nada, se notaba cierta tensión entre ambos, de eso no había duda. Sí, cualquier podía decir que Irene era una chica guapa, muy guapa, exótica e interesante, hasta yo, pero me impresionó mucho que Sherlock en un momento dado empezara a acercarse a ella, a hablar con ella, y no sólo hablar; yo estaba delante casi siempre, y eso era más que hablar (aunque se notaban más las intenciones en ella que en él). Irene sólo causaría problemas entre nosotros, ya lo había hecho.

—John.

Esta vez chasqueé la lengua y fruncí el ceño, concentrando toda mi atención en el párrafo del libro que estaba intentando descifrar. Pero cuando empezó a pincharme con el dedo en el brazo tuve que dejar el libro sobre mi pecho y quitarme un auricular.

— ¡¿Qué?!

Sherlock dejó de pincharme.

— ¿No ves que intento estudiar? —le dije.

—Lo sé.

Eso hizo que resoplara frustrado. Cerré los ojos con fuerza y luego me los froté con el puño; me dolían de concentrar la vista tanto rato en el libro.

—Tú deberías hacer lo mismo —continué—. Mañana tenemos examen.

—No necesito estudiar, John. Lo sabes de sobra.

—Sí, lo sé. Sólo intentaba que te fueras.

Sherlock se limitó a soltar una risita, como diciendo ‘’Sé que intentas que me vaya, pero no lo vas a conseguir’’.

—Esto es por Irene, ¿verdad?

Escuchar su nombre entonado por sus cuerdas vocales y salir de sus labios conseguía que me enfadara aún más. Volví a coger el libro y a pasar con rabia otra página. Sherlock me cogió el libro y volvió a ponérmelo sobre el pecho.

—Ya hemos hablado de esto, John. —Giró la cabeza para mirarme, y yo no tuve más remedio que hacer lo mismo. Estábamos muy cerca. Sus ojos me intimidaban; era como si pudiera decirme lo que estaba pensando en ese momento, o desvelar mis secretos mejor guardados, esos de los que yo ni siquiera me acordaba—. No es nada, ¿vale? Sólo le sigo el juego.

—Pues no me gusta que lo hagas —le susurré, y volví a girar la cabeza hacia el techo—. Pensaba que eras diferente, no vulgar, ¿te acuerdas? Que le sigas el juego no te llevará a nada.

—A divertirme. —Esa declaración hizo que me hirviera la sangre; la notaba borbotear dentro de mí con rabia y furia, pero me controlé—. Es sólo eso, un juego. ¿Y qué finalidad tienen los juegos? La distracción, la diversión, el entretenimiento. Llámalo como quieras.

—Prefiero llamarlo pérdida de tiempo.

Sherlock resopló, como si yo no le entendiera. Él tampoco me entendía a mí. Estábamos en paz.

—John, simplemente es que me aburro.

—Gracias por la parte que me toca…

Sherlock titubeó y al final no dijo nada, y yo me sorprendí  por conseguir que se quedara sin réplica; pocas veces pasaba. Sabía que no quería decir eso, pero me sentaba como una patada en el estómago que yo no fuera suficiente para que él se sintiera bien, se divirtiera. Siempre estaba a la búsqueda de un reto, un juego, un acertijo, una pista de algo que le hiciera pensar. Eso era lo que le entretenía: pensar, mantener la mente ocupada. A mí me encantaban nuestras escapadas de detectives, pero tenía otras cosas que hacer y no siempre podía sucumbir a sus pasatiempos por mucho que me emocionaran. Irene era algo nuevo y llamativo, y ambos habían conectado de alguna manera para que ella se sintiera admirada y Sherlock estuviera ocupado. Supongo que si él decía que no era nada tenía que creerle y confiar en él, pero a veces me sacaba tanto de quicio que ya no era capaz de hacerlo con la misma facilidad de siempre.

Me dispuse a ponerme el auricular que me había quitado, dando por zanjada nuestra ‘’charla’’, pero Sherlock me lo arrebató de las manos y se lo quedó mirando.

— ¿Qué escuchas? —preguntó.

—Coldplay —respondí.

Y se lo puso. Luego se incorporó un poco para buscar mi móvil y lo cogió. A la canción que estaba escuchando en ese momento le faltaba poco para terminar, y hasta que no apareció en la pantalla A Sky Full of Stars no dejó de pasar canciones. Dejó el móvil sobre su pecho y miró de nuevo al techo.

Yo sonreí, no pude evitarlo. Por una parte me molestaba que no dijera ‘’lo siento’’, o ‘’perdón’’, o cualquier otro tipo de disculpa. Por otra parte me gustaba que esa fuera su forma de decirlo.

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