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¿Cómo podía alguien volverse adicto a una situación tan funesta? El dolor y la incertidumbre de Kyle eran verdaderos. Llevaba 10 días viviendo en esa cabaña, viendo a los hermanos trabajar a través de la ventana en medio de un manto blanco que hacía que no hubiera diferencia entre el día o la noche. 

Marcos le había prohibido salir, era bastante irónico, considerando que los mayores moretones y dolores de su cuerpo ya no eran producto del accidente sino del agarre del propio Marcos. Eso lo alteraba, le enfurecía perder el control de la situación, no salir de allí antes de que fuera demasiado tarde.

Quería odiarlo, esa provocación constante, estaba perdido entre la excitación y la necesidad, la fascinación que el hombre le causaba.

Sí, a estas alturas, Kyle sabía que esto iba más allá de lo sexual y desconocía si ese sentimiento se volvería irreversible. Diez días, diez malditos días habían alterado el rumbo de su vida y, aunque lo negara, también de su corazón.

El chico negaba con la cabeza, todo en él era confusión.

¿A quién quería engañar? Kyle no se arrepentía de perderse allí sólo para colmarse de sus brazos, saciarse con ese cuerpo bien formado en donde se sentía pleno, protegido, como si siempre hubiera pertenecido allí. El irlandés odiaba la ambivalencia, para él todo había sido negro o blanco, Marcos lo hacía descubrir infinitos matices de grises, los cuales, alteraban su mente.

Por otro lado, estaba Chase, su gran amigo, su verdadero amor ¿Era así realmente?

― ¿En qué piensas?

Marcos le alcanzaba una taza de café para calentarse, Kyle lo miró por un momento y bebió un sorbo quemando sus labios.

― ¡Mierda!

― Lo lamento, no pensé que estuviera caliente para ti.

No había un borde en el comentario, sin embargo, eso no evitó que Kyle se divirtiera un poco.

― Me gusta meterme algunas cosas calientes a la boca, pero el café no es una de ellas —. Marcos sonrió avergonzado.

― ¿Es lo único que tienes en mente? —. Kyle se acercó al oído.

― Contigo cerca, es en lo único que pienso.

― Eres...

― Sí, lo soy — interrumpió el rubio con mirada juguetona —. Soy una perra pervertida...

Lautaro que había estado en su habitación se acercó a la mesa y se sentó junto a ellos. Su mirada analítica, deteniéndose en cada detalle de las expresiones de su hermano y del desconocido.

― ¿Por qué te perdiste en la nieve?

La pregunta hizo que ambos centraran su atención en él.

TIERRA ADENTRO - S.B.O Libro 1 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora