Ernesto Esquivel no sabía que hacer. Era un famoso publicista reconocido en el medio por lo audaz e innovador de sus comerciales, sin embargo, en ese momento no tenia una idea buena, y era una situación que se había alargado por varios días desde que había recibido ese particular contrato: anunciar una funeraria. ¿Quien piensa anunciar funerarias? La muerte es de lo último que todo el mundo desea oír hablar en la TV., o en el periódico, o en cualquier parte. Lo único que Ernesto atinaba a decir era: "¿por que yo? Hay muchos otros publicistas en esta ciudad, ¿por que yo?". Lo peor del caso es que había aceptado, pero quien no acepta con un cheque por seis millones para empezar, y con la promesa de un pago sustancioso si el trabajo era de calidad, y quien mejor que el para realizar un trabajo de calidad, y no solo eso. Tenia carta blanca para hacer los gastos que fuesen necesarios, contratar gente, conseguir (o comprar) cualquier clase de equipo, ir a donde se necesitara para locaciones o postproducción, en fin, casi como decir: 'nómbralo y es tuyo'. Era demasiado bueno para ser cierto.
Y lo mejor del caso era que el cliente no tenía prisa. Ernesto le explico que no seria fácil el realizar la campaña, después de todo, nadie piensa en morir hasta que la ve cerca. Al cliente pareció hacerle gracia el comentario y dijo estar de acuerdo, así que podría tomarse todo el tiempo que necesitara, pero lo que si exigiría seria calidad, y tenia fama de darla, así que para que pudiese darle el mejor producto le otorgaría el máximo de facilidades y libertad de tiempo y presupuesto, pero querían CALIDAD. El énfasis en este punto era extremo, casi podría decirse que obsesivo, y era lo que mas le preocupaba a Ernesto, situación que le quitaba el hambre y el sueño en busca de una idea magistral para hacer la mejor campaña de su vida. Como en las caricaturas, su escritorio estaba sumergido en una marea de papeles arrugados con ideas que comenzaba a esbozar pero que al momento eran desechadas por un motivo u otro: muy simple, muy compleja, no reflejaba el producto, no era atractiva, en fin, decenas de conceptos que lo hacían pasar de la euforia al trabajo frenético y de may a la frustración al encontrar alguna desventaja o defecto a la propuesta. Examinaba campañas anteriores de productos difíciles: preservativos, toallas femeninas, alcohol, y llego a la conclusión de que era mas fácil anunciar cosas consideradas como prohibidas, delicadas, desagradables, a anunciar algo tan normal como la muerte. Era más fácil hablar de sexo fuera del matrimonio que de la muerte, lo primero era censurable. lo segundo necesario pero... nadie quiere que le digan que, tarde o temprano, se va a morir.
Sabia que no era el primero envuelto en una tarea así, ya otros habían recibido contratos semejantes, pero habían manejado el tema de tal modo que lo ultimo que sabia el cliente era que le estaban vendiendo una funeraria, hablaban de prepararse, de pensar en los seres queridos y cosas así, y si uno no se fijaba, podía pensar que anunciaban aseguradoras (que en el fondo Ernesto deseaba que hubiese sido ese el tema de la campaña) o condominios de tiempo compartido. El cliente ya había previsto eso, y lo había rechazado contundentemente, quería que se hablara de su servicio, y con C-A-L-I-D-A-D. La palabra le martillaba la mente como un perforador neumático de los que usan para romper concreto. Llego un momento en que pensó hablarle al cliente y decirle que no lo lograría, que era demasiado. Pero de inmediato pensó en lo que representaría eso en el medio: el haber sido derrotado por una campaña difícil, vencido el considerado invencible, el mejor que no lo era tanto, pero sobre todo, ese cheque de seis millones y esa promesa de presupuesto ilimitado; era demasiado para dejarlo pasar, pero si no daba el ancho... la humillación y el desprestigio con las demás agencias seria igual o peor.
Tenía la ventaja de ser soltero, no tenía una esposa metiche que se anduviera metiendo en sus asuntos ni niños curiosos que entraran a su despacho a meter mano en todo. Aunque, por otro lado, no despreciaba la compañía femenina que fuese sensual, provocativa y, ¿por que no decirlo? tierna a ratos, no solo alguien con quien compartir un fin de semana salvaje y erótico, sino también con quien conversar de cosas agradables en el desayuno, ¡ah! pero la publicidad esta llena de caras bonitas con cerebros huecos o pestilentes, buenas para la cama pero no para la platica. Pero, ¡bueno! lamentar esas cosas era tiempo desperdiciado, y no deseaba perder tiempo en reflexiones bizantinas, no deseaba forzar demasiado la paciencia de su singular cliente.