DE AMAPOLAS Y FLORES DE LAVANDA.
Shinsou entendió que todo cambiaría a partir de ese momento. Lo entendió con la respiración agitada y el sudor corriendo por su piel, con el tacto tímido sobre su cuerpo y las ansias insanas de llegar a más.
Suspiró, sofocado, luchando por respirar con normalidad y besarle al mismo tiempo, queriendo hacer mil cosas a la vez y no pudiendo concentrarse a hacer una sola.
De cualquier forma, actuaba por instinto, sintiendo que sus manos mismas luchaban por acariciar la piel pálida y sus caderas buscaran por sí mismas la de él, tentando en su interior con dos dedos empapados en el propio deseo de llegar más allá y amarle en plenitud.
No fue planeado ese encuentro entre pieles y caricias, claro estaba. Él llegó a su habitación con la intención de pasar la tarde y terminó en este nuevo mundo que la naturaleza les apremió por descubrir, permitiéndose llevar por los besos y los mimos entre burlas y ecuaciones, dejando atrás la cordura y la tarea.
Monoma aguantó el aire y se quedó callado, con su pecho subiendo y bajando, igual de expectante que él. Abriendo la puerta a algo más allá que su ponzoñosa saliva y a sus venenosas palabras, rogando como nunca había hecho y que después,estaba seguro, iba a negar.
—Hazlo — le urgió, levantando las caderas —¿Qué esperas? Hazlo.
Le obedeció, porque era lo que necesitaba. Porque encajar su cuerpo en el suyo era tan natural y se sentía orgánico y melodioso el mecer de sus caderas encontrándose, a pesar de que Monoma hablara como si le retase.
Flor hermosa y venenosa. Alucinante con toda su malicia, como una dorada amapola.
Y tal cual, le droga al punto de la alucinación y puede sentir colores que ondean junto el mecer de sus caderas y sabores dulces en la sal del sudor que lame directamente de su piel.
Alucina con entusiasmo, sintiendo por primera vez lo que es el cielo y los que es tocarlo con las manos. Admirando el paraíso entre los muslos que se hunden suave bajo la presión de sus dedos y el rostro que nunca nadie más ha visto jamás.
Es la primera vez que se encuentra con esos ojos desencajados de necesidad y si le queda un poco de conciencia, pregunta cómo se verán los suyos, que lucha por no cerrar ante el placer.
Y aunque le cuesta respirar, nunca antes se sintió tan vivo, ahogado entre un mundo que, al igual que esas pálidas piernas, se abre para él. Tiene frente de sí la manera definitiva del amor.
Por eso, con el amor y la ceremonia, entre callados murmullos que intentaban ser gemidos, febriles como luciérnagas, se deja ir en su interior, culpable de la inexperiencia, mientras Nieto le jala del cabello, murmurando idioteces sobre crisantemos y flores de lavanda, dejando un rastro de lo que parece aguanieve sobre la profundidad de su propio ombligo, combinando la briza de sus alientos impacientes por besarse.
Y, aunque por fuera sea invierno, dentro siempre será primavera.
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Voy tarde para la week.
Dedicado a ShinobuRei, quien era la única y quien más esperaba este drabble.