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Me estaban doliendo las manos del frío.

Por mucho que me tapase con los pocos trapos viejos que había encima de mi cama, la sensación de falta de calor en el cuerpo no se me quitaba. 

Me encontraba en mi cuarto. Sola. 

Un ruido agudo y punzante se repetía varias veces; los gritos, los llantos y las suplicas de clemencia seguían. Un sonido que se me hacía muy familiar sonó muy cerca de mí. Tanto, que parecía que había explotado en mi oreja.

Ese ruido era una bomba, otra más, esta había caído a escasos centímetros de mi, la habitación se había convertido en un lugar de destrucción, odio, miedo y sangre... pero sobre todo tenía un aroma a venganza... 

¡Era una maldita guerra! Una guerra en la que muchas personas inocentes morirían... una de ellas fue mi padre, él era un soldado que eligieron para combatir por su patria. ¿Por su patria?, ¿Acaso el gobierno se preocupó alguna vez por nosotros?... Sólo nos quieren cuando hay guerras o algún problema. Mientras que los inocentes pobres morimos en esta estúpida guerra, los ricos salen del continente y se van a otro sitio en el que están a salvo... Son como unas ratas, se esconden y se van, dejándonos todo el problema a nosotros.

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Bajé las escaleras apresuradamente. Debía comprobar si la familia que me quedaba estaba viva todavía. 

-¿Mamá? ¿Natalie? - pronuncié en un falso intento de que la voz no se me quebrara al pronunciar esas palabras.

-Y-yuko... -habló entre sollozos y llantos una voz, una voz a la que conocía demasiado bien.

-¿Estáis bien? - dije mirándola a los ojos directamente.

Ella no me miraba. Simplemente estaba con la mirada fija en el suelo. Las lágrimas no podían evitar escaparse de sus ojos azules y resbalarse por sus mejillas hasta desaparecer por su cuello. 

Me obligué a mirar al suelo. 

Un cuerpo tendido sobre éste descansaba bajo un gran charco de sangre. 

Esa tez pálida... ese pelo negro liso... esos ojos grandes... esas pestañas gruesas y abundantes...

-¿¿¿¡¡Mamá???!! -grité tan fuerte que creo que un par de pájaros negros posados sobre la ventana reanudaron su vuelo. 

Estaba muerta. Mi madre estaba muerta. Mi hermana, la cual no dejaba de alternar la vista entre mi madre y yo, no dejaba de llorar. 

El agobio y la desesperación pudieron conmigo. 

En ese momento dejé de ver la imagen de mi madre tendida sobre aquel frío suelo, y la silueta de mi hermana sollozando al verlo también. 

Lo siguiente que vi fue oscuridad. Un espeso silencio invadió mi cabeza. Mi mente se quedó en blanco. Aunque pude sentir cómo mi cabeza impactaba contra el duro y frío mármol. Y un caliente líquido salía de algún sitio de mi cabeza. 

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Un suave olor golpeó mi nariz. Unos fuertes brazos me rodeaban y podía sentir cómo el calor emanaba de aquel musculoso cuerpo.

Quise abrir los ojos, pero había demasiada claridad. Así que sólo podía balbucear algunas palabras. 

-¿Dónde estoy? - dije con la voz un poco ronca. 

-¡Oh, gracias a Dios! ¡Estás despierta! - gritó alguien que estaba a mi derecha.

Abrí los ojos. O eso intenté. La luz del Sol me golpeó los ojos apenas los abrí. Tuve que cerrarlos  y abrirlos hasta acostumbrarme a la claridad. 

A medida que mi vista se iba aclarando, unos preciosos ojos verdes me observaban con preocupación. 

Examinando su cara, a parte de sus hipnotizantes ojos verdes, me encontré con su perfecta y perfilada nariz. Bajé hasta divisar sus labios. Oh por Dios. El labio inferior era más grueso que el superior. Estaban húmedos y entreabiertos. Volví de nuevo hacia la parte superior de su cabeza. Tenía el pelo más negro que pude haber visto nunca. Éste estaba perfectamente desordenado, y le daba un aire de chico malo sin dejar de verse sorprendentemente sexy. Por Dios. 

No pude evitar sonrojarme. 

Hasta que me di cuenta de la embarazosa situación. 

Estaba tumbada boca arriba encima de este chico que podría estar esculpido perfectamente por los mismísimos dioses. 

-¿Vas a seguir violando con la mirada al chico que te salvó la vida? - habló de nuevo la misma voz que se había alegrado de que despertase.

En seguida aparté la vista del chico, más sonrojada que antes. Intenté incorporarme, pero un dolor de cabeza insoportable me invadió. Casi me golpeo de nuevo la cabeza, pero claro, éste chico parecido a un dios griego estaba debajo de mí así que no me golpeé con nada, salvo con su fuerte y musculoso cuerpo. 

-Ey, ten cuidado, apenas de acabas de despertar, es normal que te marees - dijo aquel chico desconocido. Tenía una preciosa voz. Era grave, aunque sin dejar de sonar dulce. Insisto. Este hombre es perfecto. 

Ya que no podía levantarme, intenté inspeccionar el lugar en el que me encontraba con la mirada desde mi posición. 

Bosque. Bosque y más bosque.  Sólo veía árboles, hierba y algún que otro pájaro posado en una de las ramas de aquellos abundantes pinos. 

-¿Dónde estoy? - volví a preguntar- ¿Quiénes sois? 







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⏰ Última actualización: Oct 08, 2018 ⏰

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